Francisco Muro de Iscar – El error de Garoña


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

«Cuando la electricidad española sea la más cara de Europa, estoy seguro de que la opinión pública dejará de ser antinuclear, pero entonces posiblemente no tendrá remedio porque la producción nuclear no se improvisa». Lo dice Pierre-René Beauquis, un geólogo y economista francés experto en petróleo, que fue director de Estrategia de la petrolera Total. Es bueno escuchar a quien sabe y no tiene intereses directos sobre la industria de la energía en España, ahora que andan pegándose unos y otros por el mando en las eléctricas y cuando Endesa e Iberdrola le han pedido al Gobierno una indemnización de 604 millones de euros por el cierre arbitrario e innecesario de la central nuclear de Garoña. A esa petición de indemnización se van a sumar también los municipios afectados por el cierre, por razones fundamentalmente ideológicas, de la central. En los ayuntamientos afectados, dos tercios de los impuestos recaudados provienen de la central. Y de aquellas promesas de que se iba a revitalizar la zona, nada de nada. Logrado el efecto propagandístico, las promesas se archivan.

Beauquis afirma que sólo el 1,5 por ciento de la energía que consume el mundo es eólica o solar y que falta mucho para que sean una alternativa, incluso en España, donde se han subvencionado inversiones muy importantes en el sector. El 85 por ciento de la energía que consume el mundo procede del petróleo (36 por ciento), del carbón (22) y del gas (22). El petróleo es un factor gravemente distorsionante, que provoca crisis económicas muy serias, y su precio oscila mucho porque la oferta no puede seguir a la demanda y también por cuestiones políticas, pero tiene fecha de caducidad según todos los estudios.

Cuando el petróleo se acabe o la demanda no pueda ser satisfecha, las renovables y la nuclear serán la única salida. China está construyendo 15 centrales, Estados Unidos también camina en esa dirección y en Europa sólo Austria, Irlanda, Alemania y España son antinucleares. La energía nuclear es tres veces más barata que la nuclear y, por tanto, mucho más fácil de amortizar. Francia, gracias al socialista Mitterrand, es un ejemplo: el 80 por ciento de la electricidad es nuclear y mantenerla no sólo ha sido posible y barato, sino seguro.

Además de valorar lo que nos va a costar, el Gobierno no sólo debería dar marcha atrás en el cierre de Garoña sino buscar consenso para poner en marcha nuevas centrales nucleares. Está demostrado que es una energía segura, poco contaminante y más barata a medio plazo. Vamos a sufrir nuevas crisis del petróleo y nos vamos a ver en serias dificultades. Cuando alguien decide cambiar el rumbo, otra vez habremos llegado tarde a la modernidad. Y otra vez lo pagaremos en la factura de la electricidad. Históricamente los ciudadanos han pagado los errores de sus gobernantes. Y casi siempre, los responsables políticos de esas decisiones ya eran historia en la política. Los gobernantes pasan, sus errores permanecen.

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