Luis del Val – Ministros y tecnología


MADRID, 31 (OTR/PRESS)

Un cura amigo mío me decía que un obispo es un cura vestido de colorado, y por el camino de las analogías podríamos decir que un ministro es un ciudadano al que le han nombrado ministro. Y de la misma manera que el obispo puede ordenar sacerdotes, el ministro puede nombrar directores generales, pero ni el obispo ni el ministro pueden curar el cáncer o descubrir el remedio contra el Alzheimer.

Internet es una tecnología nueva, a la que nos vamos incorporando, y que suscita lo mismo aprensiones medievales que entusiasmos místicos. Como todo lo novedoso provoca desconcierto en su regulación, y los ministros europeos se sienten tan desvalidos, tan pacatos y tan ignorantes, como los políticos británicos ante la aparición del automóvil. Aquellos funcionarios, que no eran tontos, decidieron que delante de los automóviles debería ir un hombre a caballo con un farol en la mano -se supone que la otra mano tendría que estar empuñando las riendas- avisando a modo de heraldo de que, detrás, venía un automóvil. Algunas de las propuestas, sondeos, opiniones y certezas de los ministros de cultura respecto a internet poseen esa mezcla de insolencia e ignorancia que casi llegan a conmover.

En lugar de reunirse con expertos, y estudiar a fondo etiologías y consecuencias, están empeñados en poner en marcha leyes que, al cabo del tiempo, pueden llegar a resultar tan ridículas como las del automóvil en Inglaterra.

Mientras tanto se presta más atención a entidades privadas y monopolísticas, que a entidades públicas y asociaciones abiertas. ¿Alguien ha preguntado algo en la Politécnica de Madrid, donde se forman los ingenieros superiores de informática? ¿De verdad creen que una ley neutraliza la tecnología? Lamentablemente, parece que sí.

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