Rafael Torres – Al margen – Cortina de humo.


MADRID, 01 (OTR/PRESS)

Al final resultará que la corrupción de algunos políticos, bastantes, sirve de cortina de humo para desviar la atención de la incompetencia de casi todos. Mientras la ciudadanía se hace cruces antes los asombrosos y numerosos casos de expolio y saqueo de los recursos públicos, «ranking» encabezado ésta semana por ese Jaume Matas que lo mismo se fundía la pasta en palacios suntuosos que en escobillas de inodoro, también suntuosas, diríase que olvida esa otra clase de corrupción política que viene a ser peor porque no hay fiscalía ni tribunal que le salga al paso: la de la ineficacia en la gestión.

Basta examinar someramente el estado de la Educación, de la Sanidad, de la Cultura, de la Justicia, de la Industria o de la Agricultura en España, o sea, en las diecisiete Españas, para comprender que cada una de esas áreas pudiera perfectamente estar dirigida por un mastuerzo o por una mastuerza. Sabemos que la mayor parte de los políticos que ocupan cargos públicos de responsabilidad no los ocupan por haber brillado, ni poco ni mucho, en las cuestiones relativas a ellos, sino por haber sabido brujulear con éxito en los pasillos de los partidos políticos y estar en el sitio adecuado en el momento oportuno. A otros, ni les ha hecho falta hacer ese meritoriaje partidario, sino que les ha bastado con ser amiguete o cuñado de alguien. El resultado de eso no podía ser otro que el que vemos, el de una clase dirigente que, en general, no tiene ni puñetera idea de nada, y mucho menos de laborar eficazmente para un país tan complicado como el nuestro.

La incompetencia en la gestión de los asuntos públicos, y no digamos en la ideación de alternativas y proyectos para el mejoramiento de la sociedad, es, por ser la más extendida y porque la sufre la gente de manera directa y brutal, la peor clase de corrupción política, pero a los gárrulos, a los mantas, a los cantamañanas, a los gandules y a los ágrafos de la política, que son legión, les viene de perlas la cortina de humo que corren sus pares directamente ladrones, y a través de la cual la gente no les ve a ellos como responsables últimos, por su inepcia, de la situación.

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