Francisco Muro de Iscar – Hablar de lo que importa


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

Unos días de vacaciones -incluso los que no creen viven a tope la Semana Santa- y vuelta a la normalidad, al curro, al trabajo, a la batalla. Hemos descansado unos días de política, salvo el caso Matas, y ahora toca ponerse las pilas. Vistos los movimientos de masas que se han producido estos días, cómo estaban las ciudades españolas, los bares, los restaurantes, etc., parece que aquí no pasa nada, que no hay crisis, que todo es ficción, eso sí, en 3-D. Pero la realidad es muy diferente y tenemos problemas muy serios a los que hincar el diente sí o sí. Por eso convendría ponerse a hablar de lo que importa a los ciudadanos. Aunque el Gobierno pueda tener la tentación de no hacer nada y esperar a ver si escampa, que la tiene, los problemas están encima de la mesa y no se resuelven solos.

Hay que hablar de crear empleo, la gran losa de la economía española, y el Gobierno ha sido incapaz de conseguir acuerdos que presentar ante la opinión pública. Hay que pagar las políticas de desempleo y las pensiones y puede haber problemas. Hay que dotar a las empresas de condiciones para crear puestos de trabajo y el Gobierno no tiene respaldo de nadie ni ideas para cambiar la tendencia. Hay que hablar de austeridad en el gasto, pero las autonomías y los ayuntamientos, que gestionan el sesenta por ciento del gasto público, están bajo mínimos y bastante hacen con intentar pagar las nóminas a fin de mes. Hay que entrar a fondo en la reestructuración del sector financiero, especialmente de las Cajas de Ahorro, y decidir si hay entierro o salvación. Hay que conseguir un nuevo modelo productivo y nadie trabaja en ello. Hacen falta resultados del diálogo social y los sindicatos y la patronal están de vacaciones. Llevan demasiado tiempo de vacaciones.

Hay que entrar en el diálogo político pero no para buscar un acuerdo contra la corrupción, sino para expulsar por decreto, sin necesidad de acuerdos, a todos los sospechosos de corrupción que pululan, con conocimiento público, por partidos, autonomías y ayuntamientos. Lo mismo que no sería de recibo un pacto por la honradez, que se da por supuesto, auque sea una inocencia infantil, chirría que tengan que firmar un pacto contra los corruptos. La simple sospecha de que se toleran esos comportamientos pone contra las cuerdas a esta democracia lamentablemente degradada en muchos aspectos.

¿Dónde están los Pactos por la Educación del ministro Gabilondo o el de la Justicia de Caamaño? Todo, incluso la dignificación de la vida política y económica, pasa por una educación de calidad y exigencia, por una política de innovación -apenas el 1% de nuestro PIB viene de los sectores de alta tecnología- y por la seguridad jurídica que otorgan leyes bien hechas y una justicia eficiente que resuelve en tiempo y forma al servicio de los ciudadanos. De eso es de lo que deberían hablar los políticos y dejarse de casi todo lo demás.

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