Rosa Villacastín – El abanico – Toros sí, toros no.


MADRID, 8 (OTR/PRESS)

Con la fiesta de los toros ocurre como con otras muchas cosas: los que están en contra quieren imponer a toda costa su criterio aún a sabiendas de que son muchos los que están a favor, por tradición, en la mayoría de los casos. El argumento, válido si no fuera excluyente, es el daño que se infringe a los animales. Pero siendo esto cierto, también lo es que puestos a prohibir tendríamos que abolir la caza, la pesca, y sobre todo las guerras, donde mueren cientos, miles de inocentes en cada una de ellas, y que son mucho más crueles que la muerte de un noble animal en una plaza de toros.

Pero teniendo en cuenta que a nadie le obligan a asistir a una corrida de toros, lo que a mí y a otra mucha gente nos gustaría es que la opinión de unos -siendo importante-, no prevaleciese sobre el resto. Pero claro, eso es como pedir peras al olmo, sobre todo en un país donde las ideas se debaten con tanta pasión que parece que nos fuera la vida en ello.

Digo todo esto porque a mí sí me gustan los toros, sin grandes apasionamientos, pero me gustan, por qué negarlo, y voy siempre que puedo y el bolsillo me lo permite, porque creo que las corridas tienen una belleza plástica como pocos otros espectáculos en el mundo, si por espectáculo entendemos el enfrentamiento entre un hombre y un animal de 500 kilos. También me gusta la estética de los toreros, tan alejada de las modas actuales, aunque cuestione a veces el comportamiento del público, tan diferente si se trata de aficionados madrileños, tendentes a la bronca, o aficionados sevillanos, que contemplan la lidia en silencio, como algo sagrado y reverencial.

Dice El Juli que a la fiesta de los toros hay que darle el valor artístico y económico que tiene, y es cierto. Sobre lo primero se ha escrito hasta la saciedad por gentes de todas las ideologías, de todos los colores, de lo más variopinta, y sobre lo segundo también. Quién duda a estas alturas el dinero que mueven los toros, la cantidad de gente que vive de un espectáculo en el que lo que está en juego es la vida de un hombre -no solo la vida del animal-, que tantas se ha cobrado, no solo de quienes se embolsaban sus buenos millones sino de subalternos con los que la vida no ha sido tan generosa.

Estar en lo alto del escalafón taurino no es fácil, por más que se hable poco de los sacrificios que hacen quienes se dedican al arte del toreo, como tampoco lo es triunfar siendo poeta o pintor, con una salvedad: los toreros se juegan la vida cada tarde, mientras que los poetas, los periodistas, los arquitectos, solo se juegan el pan nuestro de cada día, que ya es, estando las cosas como están. Sólo por eso yo pediría a los que quieren abolir la fiesta, un poco de respeto hacía quienes se dedican a la noble tarea de torear, y hacía quiénes la sienten como algo suyo.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído