Fernando Jáuregui – Siete días trepidantes – Hay fotos y fotos que no hay


MADRID, 10 (OTR/PRESS)

La semana política puede resumirse como una síntesis de fotografías, sabiendo que una imagen a veces vale más que mil palabras. Permítame seleccionar unas cuantas instantáneas: la de Río Grande, en Sevilla, en la que José María Aznar, de aniversario -veinte años desde que «refundó» la Alianza Popular de Fraga–, señala a su sucesor, Mariano Rajoy, el lugar en el que debe situarse, a su lado, para la fotografía oficial del acto; con la que estaba cayendo tras el levantamiento del secreto del «sumario Gürtel», y los dirigentes del PP obligándose a adoptar rostros festivos y hasta triunfantes, menudo papelón. Era la imagen una.

Imagen dos: también me ha llamado la atención la cara de un Baltasar Garzón saliendo del asiento trasero de su automóvil y entrado en el Juzgado, como si no ocurriera nada, como si no estuviese a punto de ver desmoronarse la obra de toda su vida profesional merced a una querella demasiado polémica. Pero vi su rostro satisfecho, casi altanero, porque, al fin y al cabo, ¿cuántos españoles han logrado un editorial, defendiéndolos en medio de grandes elogios, nada menos que en el «New York Times»?

Pero hay más, o mejor dicho, en este caso, menos: me refiero, claro, a la fotografía, que nunca existió, ni existirá, del Gran Pacto Económico tras las sesiones negociadoras en el palacete de Zurbano. Ha habido acuerdos parciales, acuerditos; pero de imagen de concordia entre socialistas, populares, nacionalistas e Izquierda Unida, nada. Y de fotografía entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy entrando a despachar en La Moncloa, menos aún. ¿Cabe mayor anormalidad democrática que el hecho de que el jefe del Gobierno y el de la oposición, que representan entre ambos a veintiún millones de votos, no se reúnan desde hace casi un año, cuando el país atraviesa problemas, retos -y esperanzas_ muy significativos?

Pues sí, cabe. Y vamos con ello a la imagen tres. Porque anormal es el hecho de que los más atentos de entre los periodistas que asistían a la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros de este viernes no perdiesen detalle de los rostros de las dos vicepresidentas, que eran las encargadas de comparecer ante los informadores. ¿Por qué? Pues porque es un secreto a voces que ambas mantienen unas relaciones políticas y personales perfectamente mejorables, y se obligan a sonreírse y hablarse -lo imprescindible_ en público, pero nada de eso ocurre en privado. Y los más perspicaces de entre los atentos creyeron percibir un brillo divertido en el rostro de Fernández de la Vega cuando Salgado se hizo un patente lío al responder a una pregunta acerca de cuántas habían sido, finalmente, las medidas económicas aprobadas por el Gobierno, después de que desde el Ejecutivo se hubiesen ofrecido, al menos, tres cifras distintas. En eso quedó, en fin, la gran ofensiva de soluciones -que deberían haber sido pactadas_ diseñada por el «tridente» Salgado-Blanco-Sebastián en el palacete de Zurbano: de la no-imagen del pactazo a la dura realidad de dos vicepresidentas que no se entienden presentando algo así como un conjunto de «mediditas», que algo es algo y menos es nada, pero esperábamos más, mucho más, en el álbum de fotos de esta semana.

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