Carlos Carnicero – Zapatero y la Ley de Memoria Histórica.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

El presidente pide calma desde Washington y pide que las críticas se hagan con respeto a las instituciones cuando la situación está desbordada. Tal vez pretenda que no tiene que ver con él lo que está sucediendo alrededor de la Justicia, pero debiéramos reflexionar sobre los pasos dados hasta esta situación.

Número uno: la Justicia no ha cambiado en los últimos años; ¿se acuerdan de aquella terrible foto en la inauguración del año judicial, en la que Felipe González, vestido de gala, parecía estar a punto de ingresar en prisión? Muchos de los que hoy claman contra esta Justicia de derechas, entonces estaban callados. Aquellos barros han traído estos lodos.

Número dos: ¿quién ha nombrado a Carlos Dívar presidente del Tribunal Supremo, sin siquiera guardar las formas de una propuesta, sino el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero?

Tres: Ley de Memoria Histórica: su objetivo, al margen del aparato de propaganda de Moncloa, era cerrar definitivamente las heridas pendientes de la guerra civil y la dictadura. Satisfacer las legítimas demandas de las víctimas, proceder a enterrar a todas las personas que lo habían sido en fosas comunes y retirar los símbolos del franquismo. Un empeño personal del presidente del Gobierno, legítima y visiblemente afectado por el asesinato de su abuelo republicano. ¿Qué ha pasado? La ley, como otras, se ha visto desbordada y no ha sido capaz de satisfacer las expectativas despertadas; al contrario, ante su inacción, se han puesto en marcha mecanismos alternativos que han motivado un clima general de crispación en vez de colaborar a una satisfacción de las demandas legítimas de los herederos de las víctimas del franquismo.

El presidente puede pedir calma cuando se ha desatado una tormenta que ni siquiera fue capaz de prever, pero lo que debiera hacer a toda prisa es dotar de medios a la Ley de Memoria Histórica y poner fin al disparate que está dejando a la Justicia española a los pies de los caballos. En el origen de todo este lío no hay más que otra operación de propaganda sin consumar que no fue capaz de conciliar las propuestas de la ley con los fines que se pretendían. El presidente debiera hacer algo y urgentemente, porque el país se le está yendo de las manos.

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