Cayetano González – Cuidado con el fuego.


MADRID, 15 (OTR/PRESS)

Sinceramente, creo que después de una transición política de un régimen dictatorial a una democracia como la llevada a cabo de forma bastante modélica en España hace treinta y cinco años las cosas que se están viendo y oyendo en estas últimas semanas a propósito de la defensa que sectores de la izquierda están realizando del juez Garzón suenan como a muy desfasadas y fuera de lugar. Amén que tengo serias dudas que con casi cinco millones de parados y un millón largo de hogares donde ninguno de los miembros de la familia tiene trabajo, estas diatribas a favor del juez «estrella» interesen a alguien más que a los muy militantes de la causa.

Pero expresado ese escepticismo, también conviene decir que hay límites que convendría no traspasar. Así, no es tolerable que todo un ex fiscal jefe Anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo, acuse a los actuales magistrados del Tribunal Supremo de haber dado «un golpe brutal a la democracia y de haberse convertido en un instrumento al servicio de la actual expresión del fascismo español». Como no es tolerable que los secretarios generales de los dos principales sindicatos, CC.OO. y UGT, se sumen a esta campaña de acoso al poder judicial, en lugar de estar en la calle defendiendo los intereses de los trabajadores. O que el rector de una universidad pública, y por lo tanto sostenida con el dinero de todos los contribuyentes, no solamente ceda sus aulas sino que avale con su presencia e intervención un acto tan rancio y casposo. Como tampoco es tolerable que un alto cargo del Gobierno, el secretario de Estado Gaspar Zarrías, estuviera también presente en dicho acto.

El «guerracivilismo», «las dos Españas», el «no pasarán», el «fascismo» son conceptos muy rancios, gracias a Dios superados y que sólo están presentes en mentes muy calenturientas, sectarias y revanchistas, que en el fondo no han hecho su transición ideológica y viven en una España irreal. Son, en el fondo, nostálgicos de otros tiempos, no precisamente los más brillantes de nuestra historia. España es hoy una democracia asentada, con algunas carencias, entre las cuales se encuentra, y no es un tema menor, el respeto a la independencia del poder judicial, uno de los tres pilares sobre los que se asienta el edificio democrático.

Hay que confiar que no se siga por ese camino. Y el primero que tendría que cortar con esas veleidades es el Gobierno. De nada vale que Zapatero haga una declaración intachable desde Nueva York pidiendo respeto para el Tribunal Supremo, si en el minuto anterior o en el posterior miembros de su Ejecutivo como la vicepresidenta Fernández de la Vega o el ministro de Industria, Miguel Sebastián, o el de Fomento, José Blanco, dicen cosas que siguen azuzando el fuego que busca interferir en el poder judicial. El reparto de papeles -yo soy el bueno y dejo para otros el papel de malo- ya está muy visto. Lo ejercieron en un pasado a la perfección Felipe González y Alfonso Guerra. Respétese a las instituciones del Estado y empiece por hacerlo el Gobierno de la Nación. Cuidado con el fuego, porque al final, si se pone la mano muy cerca, uno se acaba quemando.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído