Fernando Jáuregui – La sombra de Grecia es alargada.


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

Asisto al debate parlamentario sobre la marcha de la presidencia española de la Unión Europea. Nada hay en ese rifirrafe del Congreso que me entusiasme, ni en los planteamientos ni en el propio intercambio verbal entre los portavoces; si ellos mismos no muestran ímpetu en sus eurodiscursos, ¿cómo esperar pasión europea en los graderíos, es decir, donde todos asistimos, como meros convidados de piedra, al espectáculo de quienes todo lo organizan? Y, sin embargo, hay algo que me alerta: todos hablan demasiado de Grecia…

De acuerdo, hablan de Grecia para decir que España no es lo mismo, ni la situación española es similar, ni la negligencia de las sucesivas administraciones españolas ha sido siquiera remotamente parecida a la de los helenos. Pero el caso es que esos discursos suenan más a evanescentes deseos que a tangibles realidades. Y la verdad es que últimamente hay demasiados analistas, desde Carlos Solchaga hasta Luis de Guindos, por poner apenas dos ejemplos distintos y distantes, que en privado sugieren igualmente que la sombra de Grecia es alargada; tan alargada que podría llegar a quitarnos algunos de los tibios rayos de sol que nos alumbran y calientan.

Me molesta ser alarmista, y figuro entre quienes, sin demasiados datos en la mano, es lo cierto -pero ¿quién puede presumir de tener todos los datos?–, piensan que el contagio de la gripe griega no nos afectará demasiado. No porque aquí se hagan mucho mejor las cosas (que se hacen algo mejor, me parece: al menos no se trata de engañar a las instancias internacionales), sino porque, simplemente, los datos son muy diferentes.

Pero, una vez dicho esto, añadiré que me quedo, tras estos encuentros parlamentarios, con la sensación de que nuestros representantes políticos y nuestros «gurus» económicos bien podrían hablar más de la tentación alemana que del peligro griego, incitarnos a codearnos con París más bien que a tratar de no caer en las zanjas de Atenas. Pero ya se ve que, en su fuero interno, nuestros políticos -no, tampoco el inveterado optimista llamado José Luis Rodríguez Zapatero_ no están proclives a ver la botella medio llena. En ese sentido, debo decir que el eurodebate de este miércoles en la Cámara Baja me dejó, más que aburrido, algo frío. Helado.

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