Andrés Aberasturi – La reunión.


MADRID, 3 (OTR/PRESS)

Será cuarta reunión del presidente del Gobierno y el líder de la oposición en lo que va de legislatura. No hay más que dividir los años que llevamos instalados en la crisis por cuatro para darse cuenta del interés de unos y otros en llegar a acuerdos. Es verdad que debe ser el presidente ZP quien invite a Rajoy y es que parece que le cuesta un mundo; a ZP casi todo se le va en palabras y en presuntas manos tendidas al dialogo: desde el pasado Septiembre hasta hoy, hasta en tres ocasiones había dicho públicamente que iba a llamar a Rajoy y el pobre Rajoy pendiente todo el rato del teléfono y de Gürtel. Bueno, pues parece que ya. Y esto que debería alegrarnos a todos porque es justo necesario que Gobierno y oposición dialoguen de forma fluida -y muy necesario en estos tiempos que corren- no crean que entusiasma demasiado a la masas. Preguntas por las barra de los bares y en las colas del cine que espera la ciudadanía de la reunión y lo más optimista que te contestan es «¡vaya pareja!».

Y el personal, una vez más, tiene razón. Porque la reunión se celebra con el espíritu menos constructivo del mundo. Para ir creando un ambiente propicio, ya de entrada la señora vicepresidenta primera decía que a ver si esta vez el PP apoyaba al Gobierno. Pues mire, si lo que se pretende con la reunión es eso, que la oposición apoye al Gobierno, que le respalde en una política económica que lleva criticando dos años, mejor nos ahorramos el café y los churros porque va a ser que no. Pero es que Cospedal, desde el otro lado, quedaba muy bien asegurando que Rajoy iba muy dispuesto a escuchar y exponer sus teorías sobre la crisis que, como todo el mundo sabe, son, si no radicalmente contrarias a las del Gobierno, si al menos considerablemente opuestas. O sea, que nada.

Vamos a tener foto y, de postre, quejas. El Gobierno va a decir por enésima vez que el PP no arrima el hombro para salir de la crisis y el PP va a asegurar que lo que el Gobierno quiere es que respalde sin rechistar una política que ha generado ya ese número escalofriante de parados y un déficit que nos lleva a la ruina. O sea, que nada.

Y mientras, todos repitiendo la consigna nacional: España no es Grecia. Pues no, no lo es, pero no conviene mirar hacia otro lado. Aquí hay algo que falla estrepitosamente y no es solo el Gobierno, que también. Fallan unos sindicatos que en un Primero de Mayo tan absolutamente difícil como ha sido este, no convocan ya ni a los afiliados que pagan porque han perdido la credibilidad de todos. Falla una patronal cuyo presidente está en el ojo del huracán pero que ni se va ni le echan. Falla una oposición pendiente de sostener a varones y con unas luchas internas que tratan de disimular en lugar de sacarlas a la luz y hacer limpieza. Falla, en definitiva, el engranaje del sistema porque el ciudadano está harto de todo, harto de los Gobierno, harto de la oposición, de los sindicatos y de una patronal que ignora a la pymes; el personal ha perdido la fe en los políticos hasta convertirlos en su segundo o tercer problema y a fuerza de desprestigio, también ha perdido la fe en la Justicia que es -que debería ser- el eslabón al que nos podríamos agarrar. Sólo sabemos que vale, que España no es Grecia pero que esto va fatal y nadie, digan los que digan todos, mueve un dedo para arreglarlo.

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