Rosa Villacastín – El Abanico – La soltura de la Princesa de Asturias.


MADRID, 6 (OTR/PRESS)

Cuando la Princesa de Asturias llegó a Torres Bermejas, en el centro de Madrid, lo hizo sola, de riguroso gris perla -vestido, chaqueta y zapatos del mismo tono-, en medio de una gran expectación. Ya en el interior del local saludó al comité de recepción con una amplia sonrisa -que agradó mucho a los miembros de la Junta del Garbanzo de Plata-, entre quienes se encontraban su presidenta Laura Valenzuela, los escritores y periodistas Alfonso Ussia, Alfredo Armestoy, Federico Escudero y yo misma.

Después, ya sin prisas, descendió hasta el piso inferior donde se encontraban el resto de los invitados, 140 personas, con lleno hasta la bandera, y lo hizo sin titubear pese a los altísimos tacones que lucía esa tarde. Y es que Leticia, nada tiene que envidiar a quienes desde la cuna vienen desempeñando labores sociales, o como en este caso, presidiendo un acto del que fue la protagonista indiscutible, no sólo porque se le hiciera entrega del Garbanzo de Plata, que ya tienen los Reyes de España, las Infantas Elena y Cristina y su esposo el Príncipe de Asturias, y que ella agradeció por venir de gentes de su misma profesión, sino porque con los años la Princesa ha ido adquiriendo madurez y serenidad. Dos cualidades que puso de manifiesto cuando micrófono en mano agradeció sin mirar un solo papel, un premio que, según dijo, deseaba recibir desde el momento en que contrajo matrimonio con don Felipe de Borbón, pronto hará seis años.

Distendida, comunicativa, se ganó en las dos horas y media que duró el encuentro a quienes todavía la ven como una intrusa. Yo misma fui testigo de como una periodista que le profesa escasa simpatía se rendía a sus encantos, que no son otros que el haber cargado sobre sus espaldas con una responsabilidad para la que nadie le había preparado. Pero, lista como es, creo sinceramente que se ha ganado el respeto de quienes aún la miran con escepticismo.

Pero siendo importante esa cercanía, lo que sí puso de manifiesto cuando le pregunté por las infantas Sofía y Leonor fue su amor de madre: «Sofía -me dijo- se parece mucho a mí, le encanta abrazar a la gente, besarles. En cambio, Leonor se parece más al Príncipe, es un poco más retraída, quizá porque intuye el duro papel que le tocará desempeñar en un futuro».

Al finalizar el acto, y ya con su Garbanzo de Plata en la pechera y un abanico regalo de Antonio Mingote, Leticia se paseó por todas y cada una de las mesas, saludando a todos los invitados, con especial afecto a la duquesa de Alba, que como buena madrileña que es quiso estar presente en un almuerzo tan castizo. En esta ocasión a la duquesa le acompañaba su hijo Cayetano, que es su ojito derecho y el único que se permite el lujo de cantarle las cuarenta, con respeto claro está, cuando la ocasión se presenta.

Junto a la duquesa se encontraban también la gran Lina Morgan, Concha Velasco y Teresa Campos, con las que Leticia charló animadamente, porque si algo puso de manifiesto fue lo cómoda que se siente cuando se encuentra entre periodistas. Una profesión que aunque no ejerza lleva en lo más hondo de su corazón.

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