Antonio Casado – El PP se va por las ramas.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

La réplica del principal partido de la oposición al suplementario plan de ajuste anunciado por el presidente del Gobierno consiste en calificarlo de tardío, improvisado e impuesto desde el exterior. Es un diagnóstico acertado. Se adapta bien a la realidad de lo ocurrido en estos últimos meses. Sin embargo, el tiempo y la energía consumidos por el PP para explicar el diagnóstico es infinitamente mayor que el dedicado a decir si en su opinión las medidas anunciadas son útiles o no.

De nuevo la verdad incómoda de un PP escasamente constructivo en su legítimo derecho a la discrepancia. Movidos por la necesidad de rehuir la complicidad con la política económica de Zapatero, un componente central de su estrategia, los dirigentes del PP se van por las ramas. O sea, improvisan propuestas alternativas sin aclararnos que el plan de ajuste anunciado por el presidente del Gobierno será beneficioso o en su caso perjudicial, en función del objetivo: recuperar la confianza de los mercados y las instituciones internacionales.

Digámoslo con toda claridad: a los mercados y las instituciones internacionales les importa un bledo la cansina reyerta política que mantienen en el zurrado ruedo ibérico el titular, Zapatero, y el aspirante, Rajoy. Es verdad. Pero este simulacro de guerra civil que libran a diario las terminales políticas y mediáticas del PSOE y el PP no juega a favor de la causa nacional, que está por encima de los intereses de partido. Es causa nacional en estos momentos fortalecer la imagen de la economía española, dañada por los desperfectos sufridos en esas últimas semanas.

Aparte de la contrariedad que el Gobierno ha generado en las propias filas socialistas por los recortes sociales anunciados, resulta curioso escuchar en boca de dirigentes del PP críticas a la improvisación y el camaleonismo de Zapatero en el uso de la guadaña aplicada a funcionarios, pensionistas, dependientes, obras públicas y pobres del Tercer Mundo. Le critican por inconsistente, por el giro copernicano que acaba de darle a su política económica. Pero si no hubiera hecho ese giro, en la dirección que tantas veces le marcó Rajoy desde la tribuna parlamentaria, le hubieran llamado irresponsable, por no atender el clamor de afrontar un ajuste a la griega.

Que la economía nacional recupere el pulso interior y exterior es tarea de todos. Si los sindicatos, cuya contrariedad es visible, ya han aclarado que aunque haya movilizaciones no piensan romper la baraja («La respuesta será calibrada y responsable», han dicho sus líderes), también el principal partido de la oposición debería modular ahora su habitual discurso catastrofista. Convertir las malas noticias de la situación económica en su principal palanca de retorno al poder se le puede volver en contra. De hecho, ya ha empezado a ocurrir, como vimos en las expectativas electorales recogidas en el último barómetro trimestral del CIS.

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