José Cavero – Karrera Sarobe ya es historia.


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Como viene advirtiendo el ministro del interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, desde el momento en que es detenido el jefe de ETA, la policía empieza ya a buscar y tratar de detener al siguiente. Y eso parece que está pasando en este día, en el que un nuevo jefe es posible que esté siendo «ungido» para encabezar la eventual actuación de los comandos etarras, después de que hace unas pocas horas, haya pasado a prisión y a las competencias judiciales el jefe caído, Mikel Kabikoitz Karrera Sarobe. Kabikoitz Karrera pasa a engrosar la relación de los algo así como ochocientos etarras que esperan a ser juzgados o que cumplen condena en las cárceles españolas. Y que discuten, entre rejas, si tiene sentido seguir esos procesos indetenibles, y cada vez más rápidos, de llegar al mando, determinar unas primeras decisiones y estrategias, y ser detenido.

Como en otras ocasiones, Karrera Sarobe se había convertido en uno de los jefes más duros de la banda hasta llegar al máximo jefe «militar», siguiendo los pasos de sus antecesores. Siempre se imponen los más duros o descerebrados, y tienen que pasar meses en el silencio de las celdas para llegar a la conclusión de que la «misión» de matar agentes del orden u otra clase de ciudadanos no tiene sentido ni conduce a otra parte que a prisión durante muchos años. No hay precedente de que la banda haya tenido, en tan poco tiempo, tantos jefes supremos. Es una demostración de que cada vez están más asediados, más cercados, tienen menor autonomía de actuación y de que, por el contrario, la colaboración hispanofrancesa en materia de lucha antiterrorista funciona de manera extraordinaria, mejor que nunca. Alguna vez, acaso, el nuevo jefe llegará a la misma conclusión a la que ya han llegado muchos de sus correligionarios y ni siquiera aceptará ese «cargo y responsabilidad con plus de peligrosidad», como describía Rubalcaba a estos jefes momentáneos, efímeros y de corta duración.

Resulta evidente que la cooperación de Francia está resultando esencial para el descabezamiento sucesivo de la banda, y sigue poniendo de manifiesto que, pese a todo, Francia aún es «el santuario» y la zona en la que los etarras han venido considerándose libres de la amenaza de la Justicia española. Les está costando años hacerse a la idea de que los dos territorios son igual de peligrosos, sencillamente porque el objetivos de las fuerzas de la seguridad de Francia y de España tienen idénticos propósitos: acabar con la banda e impedir su continuación un solo día más.

Rubalcaba, cuando proporcione detalles de esta nueva detención del un nuevo y breve número uno, volverá a decir que ya se está buscando al siguiente, y que tendrá el mismo destino que éste: la prisión, el juicio y una larga, larguísima condena. Es el destino que hemos conocido ya para seis o siete jefes en apenas dos años, cada vez más breves en su «mandato» y siempre amenazados de verse privados de libertad desde antes incluso de su designación para «jefes supremos»…

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