Rafael Torres – «Al margen» – Reajuste y explotación.


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Nadie discute ya que la mayoría de la gente vivía por encima de las posibilidades… de sus sueldos, que en España apenas lo eran de supervivencia para la mayoría de los asalariados. Así pues, la cuestión ahora, con las dos crisis, sería ceñirse, en lo personal y en lo colectivo, a los raquíticos ingresos reales, que eran los mismos ayer con las vacas gordas que hoy con las flacas, pero más allá de ese tan necesario como tremendo esfuerzo psicológico y contable para quienes vivían engañados respecto a sus cuentas, esto es, reduciendo aún más los salarios, sólo puede atisbarse el umbral de la miseria. Es cierto que la merma de una vigésima parte en las nóminas de los funcionarios no hace a éstos pobres, pues ya lo eran la mayoría con lo que venían cobrando hasta la fecha, pero no lo es menos que al socaire de esa rebaja empiezan a producirse otras, y en cascada, en el sector privado, donde las víctimas, los trabajadores, carecen del colchón del trabajo seguro y estable, y sólo les queda, cuando vienen mal dadas, el duro lecho del paro.

Al aumento de los casos de explotación y despotismo laboral, sigue ahora el de las extorsiones para reducir los salarios: «Si no se avienen a cobrar un veinte o un treinta por ciento menos -dice a sus empleados el patrón sin escrúpulos que se fundió los beneficios y no reinvirtió un duro en la empresa ni tuvo previsión para los malos tiempos-, tendré que echar a la calle a la mitad de ustedes». Esto, que parece cosa de folletín ambientado en la Revolución Industrial del XIX, está ocurriendo hoy en muchas empresas españolas, y si la plantilla traga, pierde una parte sustancial de sus menguados ingresos junto a la dignidad, y si no traga, se queda con ésta junto al papel del paro, esa esquela del trabajador.

Hay quienes justifican la derechización económica y social de Zapatero en base al sutil concepto de que «a la fuerza, ahorcan», pero aun en el caso de que fuera en verdad inevitable el plus de castigo a los pobres que supone su «reajuste», no lo sería la dejación de su gobierno a la hora de combatir ésta ola de neoesclavismo que atenta contra la dignidad humana y contra los derechos, los pocos derechos, de los trabajadores.

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