Antonio Casado – Incierta aventura de ZP.


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Cocinada por el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, y el presidente de la Generalitat, José Montilla, se vota este martes una resolución en el Congreso, a propuesta del grupo parlamentario socialista, en la que, además de constatar el malestar creado en Cataluña por la reciente sentencia del Tribunal Constitucional, se expresa la firme voluntad de «potenciar el Estatut mediante cambios legislativos».

Es probable que el texto se modifique con aportaciones de otros partidos, básicamente catalanes, a fin de aumentar la base de apoyo de la resolución. En todo caso, se modificaría al alza. Al alza de las aspiraciones de mayor autogobierno para Cataluña después del frenazo que ha sufrido la última reforma estatutaria. Lo cual vuelve a ponernos en la pista de la incierta aventura en la que, por segunda vez desde su llegada a Moncloa, piensa embarcarse Zapatero en relación con el llamado hecho diferencial de Cataluña. La primera fue precisamente esa reforma estatutaria, que ha terminado con los consabidos recortes decretados por el Tribunal Constitucional.

Es una operación de alto riesgo. El riesgo de romper las costuras del Estado de las Autonomías. Ocurre cada vez que se trata, o eso se dice, de mejorar el nivel de autogobierno en esta comunidad. Al final, siempre la misma canción. Cada intento termina entre la frustración de los catalanes y la desconfianza del resto de los españoles. Puede que el traje no sirva para vestir al mismo tiempo las aspiraciones de aquellos y los temores de éstos. De hecho, y de derecho, ya nos ha advertido el Constitucional que no sirve para determinados usos.

Sin embargo, Zapatero se dispone a encabezar una segunda lectura de la controvertida sentencia, lo que siembra dudas en sus propias filas y, al tiempo, cosecha descalificaciones muy gruesas en medios políticos y periodísticos próximos al PP. Mientras, el líder de este partido, Mariano Rajoy, acusa a Zapatero de jugar con el Estado como si fuera un mecano, cierto diario madrileño titulaba en primera página que el presidente «promete burlar la sentencia», en un descarado proceso a las intenciones de Zapatero. Descarado e injusto, cierto, pero alimentado por las propias declaraciones de éste.

Su profesión de amor a Cataluña en el reciente debate sobre el estado de la Nación y el sábado pasado ante el Comité Federal del PSOE, incluido el firme compromiso de rehacer la sentencia del Constitucional hasta donde sea posible sin incurrir en desacato, trasladan a la opinión pública la perturbadora sensación de que para el presidente del Gobierno nada es tan urgente como calmar a la clase política catalana, solidarizarse con ella y comprometerse de nuevo en devolverle lo que a lo mejor no está en su mano. Y esta forma de proceder es la que alimenta sospechas de mayor cuantía.

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