MADRID, 24 (OTR/PRESS)
Madrid es Madrid. Lo que ocurra en la capital de España durante la jornada del miércoles determinará el balance de la huelga general. En esa Comunidad gobierna el PP. Mejor dicho, gobierna Esperanza Aguirre, que es la variante gamberra del PP, y ha decidido enredar en la espinosa cuestión de los servicios mínimos. Especialmente los referidos al derecho de los ciudadanos a la movilidad.
O sea, los transportes públicos. Los verdaderos piquetes del 29-S. Ya no hacen falta, como antaño, la visitas de los llamados «piquetes informativos» a los tajos para convencer a los indiferentes. Si los sindicatos consiguen que los trabajadores y los ciudadanos en general tengan dificultades para moverse ese día, el éxito de la huelga general es más probable que su fracaso. Lógico. En el recuento en la suma de huelguistas se amontonarán tanto los que no fueron a trabajar porque no quisieron como los que no fueron a trabajar porque no pudieron.
Es como si el Gobierno de la Comunidad trabajase por el éxito de la huelga. Indirectamente. Ha impuesto unos servicios mínimos considerados abusivos por los sindicatos que, por tanto, éstos se disponen a boicotear e incumplir. Será una fuente de conflictos. La impresión es que Esperanza Aguirre quiere provocar a los sindicatos para que den su peor cara con actuaciones desapacibles en la jornada del 29-S.
Como se sabe, mientras a escala nacional los servicios mínimos en materia de transporte han sido pactados entre el Gobierno y los Sindicatos, a escala madrileña (millones de ciudadanos afectados por el servicio de cercanías y el Metro) han sido impuestos unilateralmente, por falta de acuerdo en la mesa negociadora. Los excesos que puedan cometerse ese día, como consecuencia de la irritación de los sindicatos, se anotarán en la cuenta del Gobierno Zapatero, cuya política «antisocial», en el sentir de los convocantes, ha desencadenado la movilización.
A Esperanza Aguirre no le importa, sino todo lo contrario, que la imposición de servicios mínimos en Madrid pueda crear tensiones añadidas al choque político del Gobierno con los Sindicatos que se va a escenificar el miércoles que viene. Pero, como buena pescadora en río revuelto, también esto le sirve para mantener vivo su particular contencioso con estas organizaciones de «liberados». En ese sentido, echa leña al fuego con ánimo de verificar la hipótesis de que si hay fracaso de la huelga, o aumenta el desprestigio de sus convocantes, habrá catarsis sindical. Es decir, la oportunidad para que estas organizaciones acometan un proceso de adaptación a una realidad de la que se han distanciado en estos últimos años. Y ese sí sería un buen servicio a la sociedad.