MADRID, 25 (OTR/PRESS)
Las bolsas están no aptas para cardíacos. El IBEX, el selectivo de la bolsa española, se ha montado esta semana en una montaña rusa con varios looping. Al final de las cinco sesiones logró recuperar un 1,3 por ciento y quedarse por encima de los 10.700 puntos, gracias a que el viernes se hizo público el índice de confianza de la economía alemana que se ha situado en niveles no vistos en meses.
La semana ha estado cuajada de noticias que han puesto de los nervios a los inversores. Han vuelto, a pesar de las declaraciones irreales del presidente Zapatero, las dudas sobre la explosión de deuda en Irlanda y Portugal e inmediatamente se produjo el contagio a España, con subidas del diferencial con el bono alemán y la prima de riesgo. Además, y a pesar de conocerse unos mejores datos sobre el turismo, al menos en número de visitantes, no hay nada medianamente claro sobre otros sectores. De hecho, las perspectivas de paro para el próximo año apenas se mueven con lo que supone de gasto en desempleo.
El Gobierno ha presentado su proyecto de Presupuestos del Estado para el año que viene y de nuevo el voluntarismo de las cifras es enorme. El crecimiento del PIB nada tiene que ver con las previsiones de prácticamente todos los analistas con lo cual toda la cascada de cifras de ingresos y déficit previsto tienen poco que ver con la realidad. La subida de impuestos a las rentas altas, a las que si sumamos las de las comunidades autónomas gobernadas por el PSOE, resulta absolutamente confiscatoria y disuasoria y no produce ingresos que hagan pensar que pueden ser compensados con la rebaja de algunas partidas de gasto. El esfuerzo, por tanto, va a provocar más la búsqueda de fórmulas alternativas para eludir la confiscación de esas rentas. De hecho, entre esa subida del IRPF y la supresión de la deducción de la desgravación por compra de vivienda, el Estado recaudará apenas 500 millones de euros, ni la décima parte de lo que nos gastamos, por ejemplo, en una ayuda al desarrollo que no sabemos dónde acaba.
En definitiva, los presupuestos del año que viene no son realistas y serán necesarios nuevos incrementos de impuestos. Por ejemplo, más impuestos especiales, más IRPF para rentas inferiores a los 120.000 euros anuales, más tributación sobre las rentas del capital. Y esto, porque no se acomete una rebaja sería sobre multitud de partidas de gasto que tacita a tacita se llevan una parte muy importante del león. Las bolsas, por tanto, además de estar muy atentas a lo que ocurra fuera, tendrán pocas razones para esperar que la economía española cambie de rumbo en 2011. Y ya se sabe que no hay nada peor para el dinero que la desconfianza y la falta de expectativas.