MADRID, 26 (OTR/PRESS)
Apenas quedan dos días para el 29-S y me he tomado la molestia de preguntar a todos los ministros con quien me he cruzado últimamente como piensan pasar la jornada. No es que sea noticia que todos, sin excepción, van a ejercer su legítimo derecho a acudir a su puesto de trabajo- porque lo que sería un bombazo que hicieran huelga para protestar por las medidas que ellos mismos han tomado- sino lo incómodos que se han sentido al responder.
José Blanco dice que estará en su despacho a las ocho en punto de la mañana y el ministro Celestino Corbacho- que se comerá «el marrón» de la jornada como el ultimo servicio prestado al presidente -dice que se desayunará, como todos los días, con los datos del paro , gracias a los cuales, según afirma» no ha tenido ni un solo día de felicidad» desde que ocupó el cargo. Algo similar harán todos y cada uno de sus compañeros del consejo, intentando dar normalidad a lo que para el Gobierno -sea cual sea la participación- será una jornada negra. Les incomoda la pregunta y son poco locuaces en la respuesta porque todos pensaron que el gobierno de Zapatero era inmune a la huelga General, que una movilización así estaba reservada para la derecha de Aznar o el viejo socialismo de Felipe.
Todos y cada uno de los ministros antes de responder sueltan la cantinela de que ellos «respetan el legitimo derecho de los sindicatos a convocar la huelga y tener un planteamiento diferente al del gobierno» y también todos sin excepción defienden la reforma del mercado laboral» para garantizar una mayor estabilidad en el empleo y frenar la sangría del paro». Aunque dicen que esta huelga no tiene sentido e insisten, machaconamente, en que es «un hecho histórico que se hayan pactado los servicios mínimos para respetar los derechos de quien quieran trabajar y los que no «los mas sinceros reconocen que nunca hubieran pensado tener enfrente al compañero Candido Méndez y señalan a los empresarios y al PP como los destinatarios últimos de la protesta, para intentar quitarse el muerto de encima.
Es lógico que los ministros piensen así porque, como dijo Toxo, la huelga es una «putada» y lo es para el gobierno, para los sindicatos y para todos dada la situación económica que atraviesa el país y el negro horizonte que aun se vislumbra. Yo tengo la sensación de que el horno no está para bollos de huelgas generales, por mucho que los piquetes echen el resto en el sector del transporte, que es el que paraliza de verdad un país. Tengo la sensación que los sindicatos han perdido el tren, al quedarse durante años de brazos cruzados y pisando a placer la moqueta de Moncloa, mientras las cifras del paro crecían a cotas impensables y, sobre todo, estoy convencida de que los líderes sindicales han convocado esta huelga a la fuerza para intentar salvar un poco de su dignidad y el descrédito que se han ganado a pulso al dar la espalda a los trabajadores en época de vacas flacas. Es una huelga a la fuerza, donde intentan dar un pequeño coscorrón al gobierno para guardar las apariencias, pero sin hacerle mucho daño para que aguante como sea lo que queda de legislatura. Es un toma y daca, un yo te doy pero flojito y viceversa, no vaya a ser que se les vaya la mano a uno de los dos, en el frenesí de la jornada, y se acabe el chollo. .