Antonio Casado – Zapatero, rectificado.


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

Peor hubiera sido una victoria de Trinidad Jiménez en primarias y una derrota en autonómicas. El peor de los escenarios para el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, quiero decir, pues siempre sostuvo que la ministra gozaba de una valoración entre los ciudadanos en general más alta que entre los militantes socialistas madrileños en particular.

Pero, en fin, no ocurrió eso. El ganador en primarias ha sido el candidato por el que Zapatero no apostaba y ahora, por aquello de la necesidad y la virtud, a Moncloa no le queda otra que reconocer a Tomás Gómez como su candidato más potente para acabar con el reinado de Esperanza Aguirre en la Comunidad Autónoma de Madrid. Si al final se consigue ese objetivo común, se confirmará que, al margen de Zapatero o a pesar de él, la verdadera victoria de las primarias socialistas de Madrid ha venido a caer del lado de las siglas.

Esa es una conclusión que, en términos de motivación y mejora de la autoestima de los socialistas madrileños, ya se puede elevar a definitiva: el domingo pasado perdió Zapatero pero ganó el PSOE. O, si se quiere, ganó la democracia y perdieron las malas prácticas. En este caso, el dedazo, la dictadura de los aparatos, el recurso a las estrellas invitadas por encima del escalafón o la cantera. Esas cosas no traen más que desgracias a la vida interna de los partidos. Y también a la externa.

Todo eso está almacenado en la memoria de los socialistas de segunda generación democrática, sufridores de la experiencia del dedazo de Felipe González cuando puso sus ojos en Joaquín Almunia como su sucesor (junio de 1997). Y también anida en la memoria amarga de los 7.613 militantes madrileños que, al inclinarse por Tomás Gómez, su líder natural, el domingo 3 de octubre no marcaron el paso de Moncloa y se negaron a repetir la experiencia, tantas veces fracasada de los llamados «paracaidistas» (Cristina Almeida, Fernando Morán, Miguel Sebastián o la propia Trinidad Jiménez para el Ayuntamiento de Madrid en 2003).

Así que Zapatero, que ha sido desautorizado por las bases, así como sus aprendices de brujo, deberían aplicarse el cuento. Tienen una salida: acogerse a la vieja filosofía del mal que por bien no venga. Su empeño en colocar a la ministra en la rampa de lanzamiento hacia el poder autonómico en Madrid consigue el efecto contrario. Lo que han logrado es multiplicar el grado de conocimiento y valoración del adversario, Tomás Gómez, que hace tres meses era un perfecto desconocido y ahora, gracias a la maniobra palaciega de Blanco y Rubalcaba, tiene posibilidades de acabar con la mayoría absoluta de Esperanza Aguirre en las elecciones autonómicas del 22 de mayo.

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