Rafael Martínez-Simancas – Sin Etiqueta – Debates artificiales.


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

No hay un ciudadano desde el Peñón de las Chafarinas al cabo de Finisterre que no conozca que en Madrid se celebraron unas elecciones primarias en el seno del Partido Socialista. Es verdad que no fueron las únicas primarias socialistas de España pero el foco de atención estaba puesto en ver si David le lanzaba la piedra a Goliat (y esta vez le acertó). El todopoderoso Zapatero ha caído víctima del exceso de confianza en sus propias fuerzas; nadie en su entorno le advirtió de que se la podía pegar, al revés, todos eran una piña entorno a un líder, a una encuesta, a un proyecto, a una candidata artificial como es la ministra de Sanidad (memorable cundo se movía entre dos aguas diciendo que a ella Zapatero no le había dicho nada pero con sólo una mirada sabía interpretar sus intenciones). Dejando a un lado este moderno caso de hipnosis política persuasiva el resultado no pudo ser peor para la candidatura oficial.

Pero eso pasó y los ciudadanos del resto de España, invitados de piedra a unas primarias en las que no les iba nada, se enfrentan al resto de problemas que tiene la legislatura, entre ellos el elevado número de parados que gotean a chorro abierto. El Gobierno puso mucho interés en que nos «tragáramos» el debate Gómez/Jiménez en cuantos canales de televisión hay, que no son pocos. Como moscas atraídas por el radiador del camión que transita por una carretera secundaria, fuimos de cabeza al engaño de las luces para resultar aplastadas por la realidad.

Una mente preclara pensó en Moncloa que las primarias de Madrid, (en la que sólo podían intervenir los militantes), generaría una expectación parecida al enfrentamiento Obama/Hilary en la población española que contempló aquellos debates de madrugada con la complicidad clandestina con la que se seguían los combates de boxeo. Está bien que el César quiera distraernos con juegos gratis en el Coliseo pero eso no quiere decir que compre el silencio de la ciudadanía en tiempos de crisis con debates artificiales. Aplaudamos este número de abnegada secundaria que ha protagonizado Trinidad Jiménez, reconozcámosle su labor en fomento del espectáculo, pero una vez superado este asunto habrá que fijarse en cosas de mayor calado. Demostrado está que el «Trini puede», lema de su campaña, no ha funcionado… porque no puede en Madrid. Zapatero, que rumia una crisis de Gobierno, se escondía al día siguiente del «trinitazo» no fuera a ser que le tocara dar la cara a la realidad. Pero que le hayan pillado en el truco no significa que el mago renuncie a nuevos pases mágicos para distraer el ambiente.

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