Cada uno de esos adolescentes a los que ahora financian seis personas, tendrá que trabajar para pagar las pensiones de por lo menos dos padres y dos abuelos
No saben el peso que se me ha quitado de encima. Hasta hace unas horas, estaba convencido de que el dominio chino del planeta era insoslayable. Pues ya no lo estoy.
A la luz del peso que China ha adquirido en la economía mundial y de la zalamería con que los gobiernos occidentales tratan a las autoridades de Pekín, nadie con dedos de frente osaría afirmar que la profecía de Napoleón -«cuando China despierte, el mundo temblará»- no se ha cumplido.
Yo tampoco, pero hoy me atrevo a introducir un importante matiz. Cuando China despierte -por segunda vez-, el mundo respirará aliviado y los chinos tendrán pesadillas de espanto.
Según mis cálculos, antes de tres décadas comenzarán a sufrir problemas agudos y en 2050 será un país a punto de explotar.
No será una crisis a la japonesa. No perderán la condición de «Nº 1» porque surjan competidores produciendo lo mismo más barato. El germen de la debacle china es la política demográfica impuesta por el régimen comunista en 1980.
Ese año, para frenar el crecimiento de la población, el PCCH implantó la ley del hijo único, estableciendo castigos para las familias infractoras.
Una consecuencia de esa orweliana normativa es que cada adolescente chino actual tiene detrás, currando para mantenerlo, a su padre, su madre y dos pares de abuelos.
China registra una acelerada tasa de envejecimiento, debido a la política del hijo único, que ha impedido el nacimiento de 400 millones en bebés en 30 años.
Este país de 1.300 millones de habitantes cuenta con 162 millones de personas de más de 60 años, una cifra que supera los 250 millones en 2020.
Otra, siniestra, ha sido la eliminación de nasciturus hembras, lo que ha convertido a China en un lugar insólito donde nacen un 20% más de niños que de niñas.
Más de 24 millones de hombres en edad de contraer matrimonio no podrán casarse en la próxima década por falta de pareja femenina.
Según los datos de la Comisión de Planificación Familiar, en 1982 el desnivel de nacimientos era de 108 niños por 100 niñas. Ahora esta proporción es de 119 a 100. Y en algunas zonas del país, el desequilibrio llega a ser de 130 a 100. Las autoridades estiman que la relación normal debería ser de 103-107 niños por cada 100 niñas.
No hay que ser un genio para concluir que dentro de 30 años, cada uno de esos adolescentes a los que ahora financian seis personas, tendrá que trabajar para pagar las pensiones de por lo menos dos padres y dos abuelos.
Tampoco para adivinar que habrá al menos 50 millones de tíos incapaces de encontrar pareja femenina y calientes como monos. Eso no hay país que lo aguante.