MADRID, 15 (OTR/PRESS)
S JUBILADOS
Querido Ernesto:
Que el ministro de Trabajo les pida a los jubilados sacrificios para salir cuanto antes de la crisis, es uno de esos síntomas que nos demuestran que todo el mundo se muere unas semanas o unos meses antes de lo que sería menester, porque Luis García Berlanga podría haber hecho una excelente película con este argumento tan mediterráneo como mostrenco.
Hace años, cuando en España nos creímos que éramos ricos por casa, se estrenó una película italiana, donde los nietos acompañaban al abuelo al banco, a cobrar la pensión, porque era el único ingreso que tenía la familia, y no es raro el caso -en España, en Grecia, y en Italia- donde la defunción del abuelo se intenta ocultar para que la Administración no interrumpa el flujo de la magra pensión. Incluso una obra de teatro feroz, narra el caso -por otro lado auténtico- de una familia que mutila el dedo del fallecido abuelo, analfabeto, para seguir firmando con la huella dactilar y constatar que el muerto tiene unos parientes muy vivos. A mí estas palabras me suenan a rebato y a situación desesperada. Si para salir de la situación actual tenemos que echar mano de los abuelos, de esos cuyo médico de cabecera es capaz de la complicidad de recetar algodón, porque ni siquiera les llega para comprar papel higiénico, es que estamos mucho peor de lo que nos habíamos creído. Ya teníamos asumido que la edad de jubilación sería más tarde de lo establecido. Que el trabajo no dependía de los méritos, sino de la suerte y de lo que dictaminaran los bancos de la esquina, pero resulta bastante duro decirles a los de los 600 euros de pensión, a los de los 300 y 400 euros de las pensiones no contributivas, que contamos con ellos para montar las barricadas y ganar la batalla. Si para alcanzar la victoria en esta guerra es necesaria la ayuda de los abuelos no cabe duda de que la situación es desesperada, que no queda trigo en los graneros y que admitimos la derrota a no ser que nos ayuden los viejos.
