Fernando Jáuregui – Zapatero, en la vieja Europa.


MADRID, 15 (OTR/PRESS)

Acaso por primera vez, sabemos cuáles son las intenciones de Zapatero cuando acude a una «cumbre» europea importante: quiere convencer a Angela Merkel, que sigue siendo la que manda en los mercados, secundada, eso sí, por Sarkozy, para que el Banco Central Europeo compre deuda (española, claro). Es un momento difícil, muy difícil, para el Viejo Continente: la Europa de las dos velocidades ya tiene cuatro o cinco marchas diferentes y algunos países, entre ellos España, no saben muy bien dónde se encuentran. No somos Grecia, ni Irlanda, ni Portugal, tampoco esa Italia capaz de los mayores desmanes políticos, ni Bélgica, desangrada por fuertes divisiones territoriales; ni somos esos países que antes se llamaban «del Este», cuya convergencia en las grandes cifras con los occidentales resulta muy cuestionable; pero, desde luego, estamos bien lejos de Alemania, de los países nórdicos, de Holanda, de Francia y hasta de Gran Bretaña en su «espléndido aislamiento».

Tenemos, un cuarto de siglo después de nuestro ingreso en el club, que volver a encontrarnos en el mapa europeo: España sigue siendo una gran nación, con unas potentes infraestructuras, y no es tolerable que algunos países, algunos lobbies, algunos medios financieros ligados a esos lobbies, la pongan interesadamente en almoneda. Cierto es que Zapatero acude con los «grandes» del Eurogrupo algo acomplejado: no pasa, ciertamente, por sus mejores momentos, la prórroga del estado de alarma pesa, sin duda, en la presencia del presidente español entre sus colegas europeos y las reticencias de las agencias de calificación sobre la deuda española tampoco ayudan. Como no ayudan las reticencias de algunos sectores alemanes -podríamos hablar en concreto del ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, un duro entre los duros_a la pervivencia del euro; no, al menos, de «este» euro.

Ahora se comprueba que el crecimiento en número de países de la UE fue excesivamente precipitado, y se constatan las limitaciones de una Unión que mantiene una enorme variedad de sistemas fiscales, de políticas proteccionistas, de legislaciones dispares…para no hablar ya de las políticas sociales y exterior. Una Europa que no representa a sus nacionales, sino a sus eurócratas, tiene pocas posibilidades de seguir siendo fuerte como conjunto. Añádanse a ello las tensiones sociales vividas en países como Francia, Italia, Gran Bretaña, Bélgica, Irlanda, Alemania, Grecia y, naturalmente, España, donde los sindicatos ya hablan de una nueva huelga general, y tendremos un retrato bastante exacto de la que le aguarda a un Zapatero que ha perdido peso específico y confianza entre unos colegas que, hay que decir la verdad, siempre le han considerado algo excéntrico.

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