Antonio Casado – Los Goya, de cine.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Las numerosas imágenes cinematográficas que almaceno en mi memoria proceden en su inmensa mayoría del cine español. En ellas me reconozco y reconozco a mi país, mi cultura, mi lengua, mi gente, mis paisajes, mi educación y el tiempo que me ha tocado vivir. No hay en esto ninguna suerte de castizo desdén hacia el cine extranjero.

Sería un necio si despreciara la calidad de otras escuelas cinematográficas, tan valiosas como la americana, la inglesa, la francesa, la italiana, etc., pero el impacto emocional de lo ajeno nunca podría competir con lo propio. Sin embargo esta lógica viene siendo impugnada desde la derecha política y mediática por entender que la gente del cine ha elegido mal en cuestiones políticas al ponerse del lado de la izquierda, el lado equivocado, claro.

Desde que lo detectaron o lo creyeron detectar, a raíz de los alineamientos surgidos respecto a la posición del Gobierno Aznar en la invasión norteamericana de Irak (marzo de 2003), la condición profesional, laboral o artística de los cineastas quedó expuesta a un malicioso discurso denigratorio. Así los de la «ceja» son aludidos como paniagüados del Gobierno Zapatero y la industria del cine español es presentada como un costoso tinglado que vive de las subvenciones públicas y no sabe ganarse el favor de los espectadores.

En esas condiciones sólo le faltaba al cine español la exaltación oficial de una película hablada en catalán que barre en los Goya pero no en las taquillas y, para colmo, recrea un drama de nuestra post-guerra civil. Demasiado para una derecha española tan poco amiga de remover el pasado. Y encima con «pinganillo», como en el Senado. Bueno, tranquilos. Será suficiente con los subtítulos para descifrar los diálogos de «Pa Negre», la excelente película de Agustín Vilallonga. No se la pierdan.

Es verdad que el cine español está reñido con la taquilla. Pero no con la calidad. Más allá de los ataques sectarios a la gente del cine, el Gobierno de la Nación debe preguntarse si queremos mantener una industria cuya supervivencia depende de las subvenciones públicas, las exenciones fiscales y las cuotas de inversión cinematográfica adjudicadas por ley a las televisiones privadas. Es una opción política. Como lo es la de subvencionar o no el carbón nacional para el funcionamiento de las centrales térmicas.

¿Necesitamos los españoles reconocernos también en el cine, como un medio más de expresión que influye en la forja de nuestra identidad y nuestra cultura? Yo creo que sí. Otra cosa es que tal vez haya que revisar los criterios de selección a la hora de dar luz a un número excesivo de proyectos para evitar que los números del cine español sean tan desalentadores como lo fueron en el pasado ejercicio de 2010.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído