Charo Zarzalejos – Volver de donde siempre.


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

En la tarde-noche de hoy sábado comenzaremos a recibir los mensajes de siempre para que la vuelta sea lo más ordenada posible. Nos dirán que no salgamos todos a la vez, que revisemos las ruedas y que cada dos horas hagamos una parada para estirar las piernas, que no es bueno que el cansancio se adueñe de los conductores. Son mensaje dirigidos a garantizar la seguridad vial pero sin pretenderlo tiene también el efecto de sacarnos de la ensoñación de estos escasos días de vacaciones.

La reflexión no tiene ningún valor científico pero si he comprobado que en estos días de Semana santa y salvo excepciones muy contadas, todos volvemos de donde siempre. De donde siempre hemos ido en estos días que aún estando en la playa o en la montaña, rodeados de silencio, tienen un cierto aroma incienso. A muchos les gusta y a otros no tanto, pero es difícil, muy difícil escapar del ambiente que en Jueves y Viernes Santo impregna la geografía española.

Este ambiente no es necesariamente religioso. Es más bien el ambiente de un punto de nostalgia que se recrea en ese volver a donde siempre. Al pueblo del que salieron para ir a la capital y buscar mejores oportunidades pero al que se vuelve para comprobar que las calles empinadas y empedradas resisten el paso del tiempo como si nada ocurriera. Se vuelve a esa playa de toda la vida en donde los hijos, entonces pequeños, se embelesaban con el castillo de arena que sobre la marcha inventaban sus padres, esos padres que ahora toman el sol en solitario o vigilando al nieto porque aunque el tiempo no pase por la playa si pasa sobre quienes, año tras año, pisan su arena.

Se vuelve a Zamora o a Sevilla para formar parte de esa cofradía a la que los padres apuntaron a sus hijos desde pequeños. Ahora, ya mayores, vuelven para detrás del capirote saludar con un leve mover de dedos a la madre que paciente espera ver pasar a ese hijo que con tanto fervor enseñó a poner la túnica de nazareno cuando ella era joven y él pequeño. La cofradía es la misma. El mismo silencio estremecedor de Castilla y el mismo trompeterío que, con devoción, acompaña a las Señoras de Sevilla.

Hoy sábado o mañana domingo estaremos haciendo nuestros petates para la vuelta. Mejor hacerlo despacio. Despacio para evitar accidentes y sobre todo para agarrar en lo posible el tiempo que pasa y al que solo se resiste esa calle empinada del pueblo, esa playa de los castillos de arena y esas cofradías silenciosas y majestuosas que año tras año nos traen olor a incienso.

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