Rafael Torres – Al margen – El mundo no es más seguro.


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

La existencia de un comando de hombres adiestrados para matar no importa en qué rincón del mundo sin autorización ni conocimiento del gobierno local y valiéndose de la tecnología más sofisticada, ¿hace que el mundo sea más seguro? Las más que probables y pavorosas represalias del terrorismo yidahista por la «eliminación» o asesinato de su siniestro líder carismático, ¿hacen que el mundo sea más seguro? La evidencia del uso de la detención ilegal y arbitraria, así como de la tortura, que dibuja la caza de Bin Laden, ¿hace que el mundo sea más seguro? Entonces, ¿de dónde demonios se sacan que el mundo es hoy más seguro?

En su convicción de que la gente, la gente «global», creerá a pies juntillas la historia que se le cuente, a condición, eso sí, de que sea lo suficientemente descabellada, los fabricantes de realidad parecen irse inventando lo ocurrido en Pakistán sobre la marcha, improvisando el guión según van viendo las reacciones del respetable, a cuya inteligencia, por cierto, no se le tiene respeto ninguno. Así, tan pronto en una escena aparece Bin Laden empuñando un Kalashnikov, dispuesto a vender cara su vida y a llevarse por delante al comando con el helicóptero que le funcionaba incluido, como en la siguiente se le ve desarmado, poco menos que recogiendo tranquilamente la taza del desayuno. O se dice que a su cadáver se le ha dado un trato islámico exquisito, y en el siguiente capítulo aparece, lastrado, en el fondo del mar. Por no hablar de la supuesta mansión de lujo donde moraba el personaje, de varios millones de dólares, y que luego vemos que se trata de una construcción como de viejo polígono industrial cuyo interior es francamente chabolista. ¿Errores de «racord» o eso que se ha dado en llamar ahora «gestión y tratamiento de la información»?

Una cosa es celebrar que a un tipo sanguinario, que encima goza de un gran ascendente sobre una porción de desalmados, se le ponga fuera de la circulación, impidiéndole urdir más atrocidades, y otra, muy distinta, celebrar todo lo demás, incluido que el mundo es hoy, por todo ese «demás» precisamente, menos seguro.

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