Francisco Muro de Iscar – Tontos de capirote.


MADRID, 17 (OTR/PRESS)

Los de «Democracia Real, ya» han llegado tarde a las autonómicas y municipales, pero que se preparen los partidos para las generales de otoño -perdón, de marzo, según Zapatero- porque algo está cambiando. Incluso yo no descartaría un fin de semana preelectoral «diferente», provocador, ruidoso. Los partidos deberían empezar a preocuparse en analizar la situación, en revisar sus estrategias, en cambiar sus métodos y pasar de los mítines a la acción y de la propaganda a la comunicación.

Decía José Blanco -era mucho más listo, más sagaz y más efectivo cuando era Pepiño que cuando pasó a ser don José- que tenía diseñada una campaña que iba a ser muy efectiva para el PSOE. Será otra campaña, porque ésta, seguramente, es la peor de la historia del socialismo democrático español. Lo mismo se puede decir del PP y del resto de los partidos. Mítines medio vacíos, anuncios lamentables, insultos por doquier, viejos fantasmas, agresiones verbales indocumentadas. No es falta de imaginación, es aumentar el cabreo sordo, el cansancio de tantos millones de españoles. El presidente Zapatero incluso en su afán de llevar al PP al barranco, decía el otro día en un mitin que el PP es «la derecha más derecha de España». Hombre, ¿es que hay otra? Creo que desde el PSOE hasta el PP, pasando por el PNV, Convergencia y UPyD, todo es derecha. Y la izquierda, es decir IU, es medieval. Lo único que sucede es que unos lo reconocen y otros tratan de ocultarlo con algunos tics -laicismo trasnochado, defensa del aborto, interés por «ordenar» la vida personal de los ciudadanos, populismo, progresía de salón- que son lo peor de una vieja izquierda que ha perdido sus valores y se resiste al cambio y a la búsqueda de un lugar en la batalla de las ideas.

Esta campaña electoral no va a movilizar a ningún ciudadano indeciso ni va a hacer reflexionar a nadie sobre lo que se juega ahora y lo que se juega para después. Es una campaña que sobraba. Sin imaginación, sin ninguna novedad, con mentiras conscientes, con mítines medios vacíos, sin debate alguno. Y con algunos argumentos que hacen pensar que los políticos piensan que sus votantes -incluso los militantes hooligans que son los que van a los mítines- son tontos de capirote. Les dicen unas cosas, y éstos las jalean, que deberían hacer sonrojar a los que las dicen y a los que las aplauden.

Ruedas de prensa sin preguntas, líderes que eluden el debate, debates de salón con políticos que llevan escritas hasta las réplicas, resúmenes de televisión enlatados por los propios partidos* ¿No va a reaccionar la sociedad ante tanto aburrimiento, ante esa tomadura de pelo? Seguramente ésta es la última campaña que se produce por el sistema tradicional. Harían bien los politólogos, los sociólogos y los organizadores de campañas en buscar otra cosa. O cambian ellos o les van a dar la espalda. [email protected]

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