Rafael Torres – Al margen – La cabeza de Zapatero.


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Antes del 22-M, todo el mundo, del PSOE para afuera, pedía la cabeza de José Luis Rodríguez Zapatero. Después del 22-M, también la piden del PSOE para adentro. Y no para hacerle un peinado, precisamente. Pese a que todos y cada uno de los dirigentes socialistas han afirmado, con rara unanimidad, que el descalabro electoral les debe mover a la «reflexión» (por cierto; ¿por qué no «reflexionaron» antes?), la única que parecen haber ensayado es la que apunta, en sus conclusiones, a la culpabilidad del presidente, único y exclusivo responsable, al parecer, del guarrinazo en las urnas. Pobre hombre.

Los socialistas no es que quieran, ciertamente, que Zapatero dimita y convoque generales, pero sí que el partido designe inmediatamente a su sucesor a fin de irse desmarcando de él y de su imagen ceniza. Los «barones» tipo Patxi López o Fernández Vara, y aun los «duques», los «condes» y los «marqueses», ya han venido a decir que el todavía jefe del partido pertenece al pasado, por mucho que le queden diez meses de jefe del Gobierno por delante. Cordialmente, implacablemente, los que todavía tienen algo que perder han encontrado en Zapatero un caballero políticamente amortizado, el chivo expiatorio perfecto, si bien no encuentran tan perfecto eso de las «primarias» para elegir al candidato que habría de sucederle. Prefieren que lo haga un Congreso del partido controlado por el aparato, que es como decir que prefieren ya a Rubalcaba, el que mejores expectativas ofrece y que, casualmente, controla el aparato.

A uno, en todo caso, no le gustaría estar dentro de la cabeza de Zapatero: acostumbrada a que el adversario y la partida de la porra mediática quieran verla en una figurada pica, no lo está tanto a la infidencia y a la enemiga de los pares. Dentro de esa cabeza debe haber, sin duda, mucha reflexión, pero en sentido estricto, de la que en sus espejos interiores refleja el si te he visto no me acuerdo y el sálvese quien pueda de los otrora amigos y subordinados. Lástima que a esa cabeza se le fundiera en su día el hemisferio izquierdo, que no sólo está a la izquierda, sino que es el que analiza y el que entiende los detalles, los hechos y las reglas.

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