Andrés Aberasturi – Del 15-M al 19-J


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Con este afán de abreviarlo todo, vamos a terminar haciéndonos un lío sobre todo con las fechas y ya verán como algún avispado sacará un diccionario y se forrará. Porque hasta ahora las cosas estaban claras: el 23-F fue el intento de golpe de estado, el 11-S el atentado contra las torres gemelas y el maldito 11-M, la atroz matanza en los trenes de Madrid.

Pero lo que empezó siendo «democracia real, ya», se convirtió pronto en un mas digerible 15-M que acaba de pasar a ser el 19-J después de hacer parada y lío el 15-J en Barcelona. Pero habría que distinguir y malo sería meter todo en el mismo saco para bendecidlo sin más o para condenarlo «a divinis». No; cada historia tiene seguramente su por qué y hasta sus muchos por qué, lo mismo que cada por qué es posible que tenga también muchas respuestas. Pero hay varios hechos que parecen objetivamente poco discutibles.

Lo del primer 15-M, estuvo bien, caló en la mayoría de la gente de a pie y hasta los políticos, a los que se les ponía verdes, pretendían caer bien no tanto a los reunidos en las plazas como a los que desde sus hogares -y antes quizás de votar- contemplaban aquellas pintadas imaginativas y compartían en buna medida su hartazgo, su desilusión ilusionada de una regeneración más que necesaria y que al fin alguien pusiera voz al desencanto general.

Tengo escrito que lo que peor hicieron fue mantenerse y admitir, aunque desmarcándose pero poco, los sucesos de Barcelona del 15-J. (Entre paréntesis déjenme recordar la cara de pasmo de Joan Herrera, el hombre que susurraba en el Congreso, como diciendo «a mi no me puede estar pasando esto»).

Y claro que lo que piden los miles de manifestantes del 19-J no es del todo posible, pero si nadie pide hasta lo imposible, nadie se tomará en serio lo que si es posible. Y desengáñense los ilustres ilustrados: al margen de lo que debió o no hacer el ministro del Interior el 15-M, los que acudieron a las manifestaciones de del 19-J, la inmensa mayoría al menos, ni eran violentos, ni estaban contra la democracia, ni se querían cargar el sistema: estaban, sencillamente, hartos de una clase política que -con excepciones ya, se sabe- resulta éticamente reprobable, cutre y ambiciosa. Y no les pidan a los que se manifestaban alternativas de gobierno o que en lugar de protestar elaboren ellos unos presupuestos. El 19-J fue la foto de un «ya está bien» de todos sin líderes ni jefes. ¿Que pueden aprovecharse ciertos grupos ultras? Ya lo veremos. ¿Que ahí hay de todo, desde antisistemas hasta padres de familia con hipotecas? Si, ¿y qué? Mientras digan que estamos hasta lo cataplines y no rompan una sola farola exigiendo un poco de vergüenza al capitalismo, muchos estaremos con ellos. Tal vez no en todo, pero si en el meollo de lo que cuestionan.

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