Rafael Martínez-Simancas – Sin etiqueta – Peligros descomunales.


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

La policía lleva meses alertando a los dueños de hoteles y hostales en Baleares acerca del peligro del llamado «balconing», jóvenes alojados que emulan a Tarzán arrojándose a la piscina desde una altura considerable y sin tener en cuenta el margen de error que aplica la ingesta masiva de alcohol a nuestras bravatas. Quitando lo que tiene de nocturnidad y borrachera, el PSOE también ha practicado estos meses su particular «balconing», el último planchazo ha sido en Extremadura pero también hicieron «balconing» en Castilla-La Mancha y en otras comunidades dónde asumieron riesgos que se veía acabarían en tragedia del artista. En la cara de pánico del público se podía observar que se mascaba la tragedia pero prefirieron mirar hacia otra parte y descontar el peligro como si no fuera con ellos.

El más listo de todos fue Barreda que antes de asomarse al balcón dejó firmado un documento en el que decía que se veía obligado a hacer la pirueta por «imperativo legal», y que por favor no apareciera Zapatero para animarle en el salto. Igual pensó Fernández Vara pero con la ilusión óptica de que IU le serviría como red ante un presumible planchazo y al final ha sido que no con el consiguiente enfado del aún todavía presidente extremeño. Los de IU no están por la labor de ser la caja B del PSOE cuando salen mal las cuentas, lo decía Cayo Lara a quién le quería escuchar. IU tuvo su mejor resultado cuándo Anguita se desmarcó del PSOE y obtuvo 2.650.000 votos, 21 escaños en el Congreso dejando claro que por ser de izquierdas no tenía por qué apoyar a Felipe González en todas las derivas que su Gobierno tomara, entre otras el escándalo de los fondos reservados, el GAL, el asunto del BOE, Juan Guerra, Roldán, Urralburu, Mariano Rubio, y así completar un cuadro de espantos que se sucedieron unos a otros en la década de los noventa.

Este «balconing» que vive el PSOE ha tenido otra víctima secundaria en José Blanco, que hasta ahora se encargaba de las campañas electorales pero (en adelante «llamadme Alfredo») le ha puesto a trabajar en la discreta retaguardia donde espera que se aburra, sin duda. El riesgo seguirá mientras no asuman que no se puede ir contra Newton, ni contra los designios del votante que cada día que pasa es más crítico, ya no vale con regalar una pegatina ahora hay que convencerles de que uno defiende aquello en lo que cree. Demasiados años de inmovilismo y, de repente, un 15-M acampado delante de sus conciencias. Se entiende la confusión y el vértigo que cunde entre quienes tienen despacho con balcón en la calle Ferraz.

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