Alfredo nos preocupa a todos

Dice el señor Blanco que a partir de este fin de semana el Partido Popular se va a preocupar mucho. No sé si llegará la preocupación a la cúpula del PP que aún festeja los laureles del 22 de mayo, autocomplaciéndose además en esa diferencia de 16 puntos, según los últimos sondeos.

Los que sí tenemos miedo somos los espectadores del guiñol de la política que tenemos ese sexto o incluso séptimo sentido para vislumbrar acontecimientos. Tenemos miedo los ciudadanos sensibles al ver que ni el cuerpo ni el alma de España aguantarán otro gobierno socialista sin romperse, literalmente.

El país Vasco o, como dijo el Rey, las Vascongadas ahí están, gobernadas por el brazo terrorista de ETA (lo dijo el Supremo), prohibiendo el castellano en las ikastolas, sirviendo a la más pura ideología de Sabino Arana y anunciando un referéndum para la autodeterminación/independencia, Navarra incluida. Todo ello, gracias a un gobierno traidor, el peor de la historia de la democracia, que ha pisado sobre la sangre de las víctimas y sobre el honor de las instituciones; con Zapatero como presidente y Rubalcaba, sí, Alfredo Pepunto, como vicepresidente y ministro del Interior.

Pero además, una nueva legislatura socialista dañaría sin remedio nuestra nación en lo que constituye su esencia más profunda: los valores del humanismo cristiano que tanta gloria dieron a Europa asentada sobre sus pilares. Las legislaturas socialistas de Felipe González no se caracterizaron por respetar estos valores, prueba de ello es, por ejemplo, la ley de despenalización del aborto. Pero –sin estar de acuerdo—hay que decir que, incluso dentro del horror, había ciertos límites. Se respetó a la Iglesia, dentro de unos mínimos, el sentimiento religioso de los españoles, y la sociedad política y civil estuvo imbuida del espíritu de la Transición.

Las dos legislaturas de Zapatero desmarcándose de ese espíritu de convivencia cívica, han sido y están siendo nefastas en varios sentidos. El Ejecutivo –y no olvidemos que hablamos de todos los miembros del Gobierno—convirtió a España en un polvorín. En un tiempo record, el atanor de la memoria histórica se fue llenando de tópicos de la Guerra Civil, Paracuellos, las checas, los muertos de las cunetas, el Valle de los Caídos… Los resentidos querían ganar la guerra medio siglo después con narraciones noveladas de abuelos fusilados, el de Zp, por ejemplo, condenado por delito de alta traición.

Pero su batalla más galardonada y emblemática es la de las ideas; las ideas “progres”, que no progresistas. Lo dijo muy claro Z, el de las cejas masónicas, nada más aterrizar en La Moncloa: “No vengo a gobernar sino a cambiar la sociedad”. Y vaya si lo hizo. El presidente aquejado de los síndromes de Adán y de Alicia, ayudado por sus mujeres Vogue puso en marcha un proyecto de ingeniería social para implementar la nueva ideología de la izquierda socialista al más puro estilo queer, la ideología de género.

Así, de la noche a la mañana, los hombres y las mujeres se han declarado enemigos irreconciliables en virtud de la ley injusta de violencia de género; ser hombre o mujer no es una cuestión de sexos, sino de género; los homosexuales se unen en matrimonio, porque así lo dice la ley; el esposo y la esposa dejaron de ser tales para convertirse en cónyuge 1 y cónyuge 2, o “cónyugue” que acuñaría la ministra veraneante en Mahón; el padre y la madre son ahora progenitor A y progenitor B; la despenalización del aborto en tres supuestos dio paso a una ley de plazos que propicia el infanticidio y transforma el delito en un derecho; la ley de muerte digna y la de trato están en “tratos”. Son leyes injustas y nefastas que degradan a la sociedad y a los individuos que la conforman. Son un ataque a la integridad de la persona en virtud de unos pretendidos derechos universales.

En todo ello ha participado y participa Rubalcaba, tanto en las legislaturas de los 80 y 90 como en las del nuevo milenio. Ítem más, Alfredo nunca se fue del todo; incluso durante los dos mandatos de Aznar seguía con sus tentáculos conectados a las células venenosas de las fuerzas del orden, que Aznar no purgó por pasarse de demócrata; por haber creído que los sentimientos guerracivilistas eran cosa del pasado y ya estaban enterrados en sagrado; por ingenuo, en definitiva, cualidad que no puede tener un presidente. Por eso pudieron manipular tan fácilmente la información de los atentados del 11-M e inclinar la balanza de los votos en su favor. Ahí estaba Rubalcaba con su corifeo de periodistas adeptos, en plena jornada de reflexión azuzando a los españoles enlutados, con la célebre frase: “España no se merece un gobierno que mienta”. Y él era quien mentía.

Dentro de unos días se presentará como candidato oficial. Esperamos mucho de él, y nada bueno. Ya ha hecho la ronda por las televisiones y ha llamado a filas a los de la ceja que, aunque no deberían estar mucho para fiestas con lo que llueve en la SGAE, parece que están dispuestos a tejer nuevamente el cordón sanitario. Esperamos promesas y mentiras al por mayor. Esperamos detenciones en el entorno del PP. Todo de acuerdo al cronómetro de Rubalcaba, como las detenciones de etarras.

A propósito de ETA: ¿está la banda marcando los tiempos? ¿Se espera un simulacro de entrega de armas para vender el gran logro del fin (ficticio) del terrorismo coincidiendo con las elecciones? No nos extrañaría nada. Los socialistas hablan de nuevas estrategias porque saben que, en esta ocasión, la de los muertos (11-M) o la del muerto (el ex concejal socialista vasco, Isaías Carrasco), ya no son rentables. Sólo nos queda confiar en el sentido común de los ciudadanos y en su fortaleza para no dejarse manipular. Esta vez, no.

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Por Magdalena del Amo
(08/07/2011)
Periodista y escritora
Directora de Ourense siglo XXI
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
www.magdalenadelamo.com

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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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