Abajo la cruz del Valle de los Caídos.

Hace trece siglos, cuando las fuerzas cristianas flaqueaban, la Virgen de Covadonga se le apareció al rey don Pelayo y le dio fuerzas para librar una heroica batalla contra las hordas moras en el monte del Repelao. Se iniciaba así la Reconquista que habría de durar ocho siglos. ¡No es poco el orgullo que sentimos los asturianos cuando recordamos esta gesta! “Asturias es España y lo demás tierra conquistada”, aprendimos de niños, y ese sentimiento natural de amor a la tierruca, que tan bien cristalizó Alfonso Camín en sus versos, lo llevamos siempre mundo adelante, conscientes además de que en Asturias empezó la cristianización de España. En esta especie de Edad de Hierro espiritual, moral y social, donde todo parece ir al revés, los moros aún no han tenido la ocurrencia de reivindicar el sitio de Covadonga o que la gruta de la Santina sea compartida para el culto musulmán, por la nada disimulada nostalgia que tienen de Al Andalus.

El rey de Marruecos, en virtud de la memoria histórica socialista ha reivindicado que los beneficios turísticos generados por la Alhambra de Granada sean compartidos por mitad, en concepto de una suerte de plusvalía por el legado musulmán. Esto no es un simple globo sonda. El tema lo ha tratado el primer ministro marroquí y su representante de cultura con la Junta de Andalucía y la infausta ministra Carmen Calvo, la del “pixi y dixi” y otras perlas, esgrimiendo razones de hermandad entre los dos países, con cursilerías sobre lo contento que estaría Boabdil. El tema, muy bien visto por la izquierda, está de momento en standby; esperemos que pronto tenga su punto final.

Pero si de Granada quieren cobrar, en Córdoba, los moros reivindican la utilización de la Mezquita-Catedral para el culto. No sólo eso sino que un grupo de ochenta musulmanes, en virtud de un ecumenismo mal entendido, se presentó en el mirah con sus esterillas, dispuestos al rezo, alegando que se trataba de un lugar público. Después de seis siglos, pretenden reclamar lo que, según ellos, les pertenece. No nos imaginamos a Berlusconi reclamando el anfiteatro de Mérida para celebrar combates de gladiadores, ni a los españoles exigiendo a Puerto Rico compartir el castillo de San Felipe para hacer maniobras.

Los socialistas siguen conjugando el verbo reivindicar. Primero anduvieron de asaltos, en plan fino, cuando derribaron a golpe de martillo La Piedad, del Valle de los Caídos, escultura menospreciada de Juan de Ávalos, alegando que padecía estrés térmico, actuación que se consiguió parar, y que ahora está sub iúdice. Acosaron a los Benedictinos hasta que consiguieron prohibir el culto y provocaron a los feligreses que pacíficamente acudían a la eucaristía. Ahora, a propósito de la visita de Benedicto XVI, los socialistas han aprovechado para negociar el futuro del monumento. Pretenden que sea “punto de reconciliación”. ¿Lo que han pretendido con sus actuaciones es buscar la reconciliación? Eso será en la nueva manera orweliana de utilizar el lenguaje. Reconciliación es una bella palabra que según el DRAE es “acción y efecto de reconciliar”, es decir, “volver a las amistades, o atraer y acordar los ánimos desunidos”. Reconciliación fue la palabra estrella que brilló con luz propia en la transición.

A lo largo de dos décadas todo estuvo en su sitio, pero por asalto y “en tren” llegó esta generación inesperada de socialistas, aquejados de síndrome adámico, que a base de decretos levantaron el telón de la memoria histórica para representar la farsa de la Guerra Civil y la muerte de Franco en un solo acto. Ellos, que crearon la enemistad entre los reconciliados, quieren ahora un punto para la reconciliación. Ellos que han retirado los crucifijos, que prohibieron los belenes y los villancicos, que han prohibido rezar la Salve Marinera en los actos castrenses, que han prohibido a los gastadores de La Legión procesionar la bellísima talla de Francisco Palma inspirada en la original de Mena, el Cristo de la Buena Muerte. Ellos que cerraron las capillas de las universidades… Ellos… los socialistas, se sienten celosos del Valle de los Caídos. ¿Habrá que recordarles la historia del monumento del valle de Cuelgamuros? ¿Saben que aunque cuando se inauguró en 1940 fue para perpetuar la memoria de los caídos en la Cruzada, unos años después se orientó en un plano conciliador y se centró en el plano espiritual y religioso? ¿Saben que el papa Juan XXIII declaró la iglesia de la Santa Cruz como Basílica menor? ¿Saben que su interior, aparte de los restos de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera, acoge los de más de 30.000 combatientes de ambos bandos, nacional y republicano?

¿Quién rompió el espíritu de la reconciliación? ¿Fueron los Benedictinos prohibiendo la entrada a los anticatólicos? Hasta donde sabemos, los monjes de san Benito no suelen pedir credenciales para participar en las misas. Luego, ¿qué quieren los socialistas? ¿Qué quieren? ¿Sacar a Franco de allí? Sí, pero hay más. Lo que les molesta es la cruz. Derribar la cruz más alta del mundo es lo que bulle en el fondo de todo. ¿Cómo se atreven a pedirle al Vaticano semejante disparate? Esperemos otro punto final para este asunto.

El cementerio civil de Madrid es un lugar emblemático de la izquierda, donde reposan los no creyentes. La primera vez que lo visité me impresionó ver las tumbas de tantos ilustres de nuestra historia y literatura, entre ellos Pío Baroja o Salmerón, con sus epitafios y símbolos, como la menorá judía o la escuadra y el compás, emblemas masónicos. Pero hasta ahora, los católicos no han reivindicado compartirlo. ¿Por qué? Hay cosas que no necesitan demasiada explicación.

Quiero terminar el artículo con este soneto publicado en La Expaña de Z, de Salvador Freixedo:

EL VALLE DE LOS CAÍDOS

La boca gigante de Cuelgamuros
se tragó los huesos de los caídos,
pero los socialistas resentidos
ven en todo aquello fines oscuros.

Estos politicastros inmaduros
como tras el 11-M están crecidos,
quieren ver los sepulcros destruidos
porque los muertos les sacan de apuros.

Dicen que es un error descomunal
el sepulcro del jefe falangista
y aborrecen ver allí al General

a quien ellos consideran golpista.
Pero lo que les causa mayor grima
es la grandiosa cruz que está en la cima.

___________________
Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora
Directora de Ourense siglo XXI
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
www.magdalenadelamo.com
[email protected]
(26/08/2011)

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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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