Carlos Carnicero – Nubes en la Unión Europea


MADRID, 6 (OTR/PRESS)

No es posible una Unión Europea construida desde nacionalismos interiores con déficit de solidaridad. Si tenía y todavía tiene sentido una Europa Unida es mediante la conjunción de dos mecanismos: cesión de soberanía para organizar y armonizar un gobierno europeo y solidaridad entre los grandes y los pequeños como miembros de una familia. Armonización económica y fiscal, responsabilidad colectiva y protección conjunta contra los especuladores. Si esto se quiebra por miedos electorales de la señora Merkel, esa Europa que nos ofrecen Francia y Alemania no tiene mucho sentido. Y corremos todos el riesgo de que se genere una corriente antieuropea porque la oferta neoliberal haga imposible una Europa de la solidaridad.

La imagen que se está extendiendo puede provocar recelos difícilmente reversibles. Si los alemanes recibieron inmensas ayudas, en lo que se conoció como el Plan Marshall, para reconstruir la Alemania que habían destruido los alemanes que apoyaron a Adolf Hitler -que eran casi todos- no parece lógico que la próspera Alemania del siglo XXI quiera retroceder a situaciones de nacionalismo interno por no compartir la suerte del Euro y el desarrollo de los países más atrasados.

Existen algunos tópicos que se hacen insoportables. El primero es la afirmación de que «Alemania ha hecho sus deberes». Hace pocos años no cumplieron las condiciones de déficit y nadie les puso contra la pared.

La segunda es la de que «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades». Nosotros no teníamos problemas para pagar nuestras deudas hasta que la crisis financiera condujo al contrasentido de que quienes la provocaron están sacando tajada de la especulación. Los salarios en España no tienen que ver con los de los trabajadores alemanes, salvo en el nivel de las clases ejecutivas que se salen de la tabla por arriba.

Si Alemania y Francia se quieren desentender de Europa corren el riesgo de que una gran parte de Europa se quiera desentender de ellos. Todos saldríamos perdiendo de una vuelta al estadio anterior del tratado de Maastricht, pero nada es irreversible excepto la muerte.

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