Antonio Casado – Alfonso Guerra, tan lúcido.


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

Curiosamente fue en las afueras del Comité Federal del PSOE donde retumbó la más dura autocrítica que hemos escuchado después del hundimiento de los socialistas en las urnas del 20 de noviembre. La firma un histórico dirigente, Alfonso Guerra, que siempre se caracterizó por hablar alto y claro.

Nada menos que «rapto» de la voluntad de la militancia por el grupo de dirigentes surgido en torno a Zapatero, «bandazos» en la gestión del Gobierno saliente e irresponsable silencio de la dirección del partido en la noche triste de las elecciones generales. Esos fueron sus tres grandes reproches a quienes desde el partido y desde el Gobierno han puesto al PSOE al borde de la bancarrota política, ideológica y electoral.

Sin embargo su pedrada más certera va más allá de la mera reprobación. Es la que se refiere a la ruptura del pacto de Zapatero con sus propios electores. Al decir Alfonso Guerra que si hubiera estado en el lugar de Zapatero él hubiera dimitido como presidente del Gobierno en mayo de 2010, cuando se le obligó a tomar unas medidas contrarias al sentir del votante socialista, el ex número dos de Felipe González está descifrando correctamente la caja negra del hundimiento del PSOE. Y, en consecuencia, está fijando el dato ineludible a la hora de afrontar la recuperación del partido para la causa de los socialistas y, sobre todo, para la salud de un sistema democrático pensado para funcionar con el contrapeso de la oposición.

El dato es irrebatible: los famosos recortes decididos por Zapatero en aquel mes de mayo nada tenían que ver con su programa de investidura ni con las ideas de sus seguidores. Eran medidas de derechas (inspiración neoliberal) tomadas por un Gobierno de izquierdas (inspiración socialdemócrata). Así que lo suyo es hablar de incumplimiento de programa o malversación de ideas. Y no de modificación, revisión, refundación o reinvención, como estamos escuchando al respecto.

El paradigma instalado en el debate sobre el futuro del PSOE sugiere un profundo proceso de cambio de ideas y personas. De personas quizás, seguramente, pero las ideas no pueden diferir de la línea socialdemócrata. La que consta en el programa elaborado por los equipos del candidato Rubalcaba. La que constaba en los compromisos asumidos por el presidente del Gobierno saliente, Rodríguez Zapatero, en su discurso de investidura. Si no se cumplieron no es culpa del programa, o de las ideas que lo inspiran, sino de quienes decidieron su incumplimiento en nombre de intereses distintos a los del partido.

Los intereses nacionales son una buena causa, por supuesto. Pero, una de dos: o los votantes socialistas no quisieron asumir ese sacrificio o no llegaron a entenderlo porque nadie se lo explicó bien. O las dos cosas. El resultado fue la deserción electoral de cuatro millones de votantes socialistas y la formidable barrida del PP.

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