Rafael Torres – Al margen – Tanto puente.


MADRID, 7 (OTR/PRESS)

Cómo andarán las cosas que la mayoría de los españoles reconoce que sí, que a lo mejor nos hemos pasado un poco con los «puentes», y que lo mismo convendría trasladar unas cuantas fiestas a los lunes, a fin, más que nada, de disponer de algún que otro día laborable y que nos cunda algo. Esto de los «puentes» a la española, que a quienes hemos trabajado todos los días mientras podíamos nos sulfuraba enormemente porque todo alrededor se moría, y que para quienes se empleaban en labores ingratas eran oasis de libertad y fuentes de salud, choca hoy, en cualquier caso, con la terrible realidad de los cinco millones de compatriotas que pasan los lunes al sol, cuando hay sol, forzados a cogerse «puentes» de lunes a lunes, y vuelta a empezar.

A los adultos nos queda, entre unas cosas y otras, poco margen para trazar nuestro destino, pero a los niños, ninguno, y la verdad es que con los «puentes» a troche y moche, y con las vacaciones interminables, les estamos haciendo un poco desgraciados para el futuro. Los mayores ya veremos, con permiso de la CEOE, qué hacemos con los «puentes» de tres, cuatro o cinco ojos, pero los críos, pobrecillos, seguirán haciendo lo que se les diga, y si se les sigue diciendo que entre los tres meses de vacaciones de verano, las dos semanas largas de Navidad, la semana santa, la de la nieve, los festivos (pilares de «puente» en potencia todos ellos) nacionales, los autonómicos, los locales, los religiosos y los laicos no les va a quedar ningún espacio razonable de tiempo para darle alguna continuidad a su aprendizaje, lo que les decimos es, en realidad, que estudiar para qué, que qué bobada.

Hay algo ominoso, en verdad, en tanto «puente», y no digamos cuando un encadenamiento de ellos como el actual deriva, por las fechas, en un desolador paisaje de familias vagabundeando por los centros comerciales de las afueras, o montando tórpidamente en bicicleta. Se trata de la más peligrosa excrecencia de los «puentes»: el ocio a toda pastilla. Ahora ya no, pero antes se sabía que el ocio, o sea, el aburrimiento, era la madre de todos los vicios.

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