Carlos Carnicero – ¿Tiene razón Alemania?.


MADRID, 08 (OTR/PRESS)

Antes de que apareciera la crisis, España tenía un superávit mayor del tres por ciento. Eso ocurría hace menos de tres años. Es cierto que el superávit se esfumó rápidamente ante una valoración equivocada e irresponsable de la situación económica. Aquellas alegrías del regalo fiscal de cuatrocientos euros. Aquella terca pretensión de que esto era una desaceleración económica.

También es cierto que Alemania y Francia fueron los primeros en salirse de la disciplina fiscal de Maastricht. Entonces no hubo sanciones; sencillamente nos tuvimos que conformar con el anticipo del matonismo franco-alemán que ahora se muestra con toda desnudez.

El excanciller Helmut Schmidt lo dijo hace unos días en el congreso del SPD alemán. Cada vez que Alemania ha querido imponer sus tesis en Europa ha habido un cataclismo; el veterano y venerado político alemán recordó la historia de la fundación de la Unión Europea y el papel que Alemania, hasta la llegada de la canciller Angela Merkel, ha jugado en la construcción de Europa: cooperación, solidaridad y convencimiento.

Lo peor del directorio franco alemán es que ni siquiera se molesta en intentar disimulos para fingir voluntad de entendimiento y de pacto. El trágala alemán con el papel de Sarkozy como monaguillo de esa ceremonia es difícilmente soportable desde el espíritu democrático europeo. Es un actitud autoritaria y prepotente, ofensiva desde el desprecio hacia el sur.

El tiempo ha borrado los efectos telúricos del plan Marshall. Entonces la política y la economía no castigaba a los pueblos en función de los errores de sus gobernantes. A los alemanes de la posguerra no se les declaró herederos universales de las calamidades del nazismo. Sencillamente se responsabilizó a los nazis por la tragedia generalizada de Europa y se ayudó a los supervivientes a reconstruir Alemania. Y, desde luego, aprovecharon la oportunidad.

Ahora, decretados como vagos los habitantes del Sur, que se han dejado las muelas en el camino de su intento de progreso, se somete a sus ciudadanos a una purga de Benito sin siquiera permitirles disimular la humillación de ser gobernados desde Berlín sin ningún miramiento. Nuestra esperanza es que nos dejen sacrificarnos lo suficiente para ser admitidos de nuevo en la Europa de la primera velocidad.

Y el miedo ha hecho el resto del trabajo. Estamos todos tan asustados que agradecemos los tormentos si nos perdonan la vida. Es una especie de exorcismo de que pagando las culpas podremos ser admitidos de nuevo en la primera división. El miedo se masca en la calle. La desmovilización ciudadana ha sido tan eficaz que aplaudimos que no se proteste cada nuevo recorte que ni siquiera tiene la garantía de que será suficiente.

Alemania no tiene razón, ni siquiera pretende tenerla porque no necesita que se le reconozca. Sinceramente está recuperando su posición histórica de pretender mandar en Europa sin necesidad de convencer. Ahora no hacen falta acciones militares: se ha quedado con el control del Euro y estaría dispuesta a volver al Marco si le hiciera falta. El proyecto europeo agoniza en la medida que Angela Merkel renueva los sueños de grandeza alemana.

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