Fermín Bocos – ¡Ay, de los vencidos!


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

El poder viste, la oposición desnuda. Quien tenga dudas sobre este aspecto de la condición -o de la miseria humana-, que hable con Rubalcaba. Ni un día han aguardado sus desafectos políticos para hacer oír su voz, recordándole -la primera en la frente- que la candidatura que encabezaba ha sido aplastada en las urnas. «La mayor derrota sufrida por el PSOE desde la Transición», dicen en un manifiesto. Algunos de los que se sentaron con él en el Consejo de Ministros presidido por Rodríguez Zapatero (Chacón, Caamaño, López Aguilar o el ex presidente del Senado, Javier Rojo) firman una proclama en la que recuerdan lo evidente: que la derrota no es consecuencia únicamente de la crisis. No señalan a nadie, pero se les entiende todo. Se nota que habían estado mucho tiempo sin leer más prensa que la que aplaudía las ocurrencias de ZP, pero se han puesto al día tras los últimos batacazos electorales sufridos. Un Zapatero al que, curiosamente, en un alarde de exégesis surrealista, algunos analistas han querido ver detrás del mencionado manifiesto como un acto más de revancha contra Rubalcaba que de apoyo a la eventual candidatura de Carme Chacón a la Secretaría General del partido.

El manifiesto, como digo, aporta un diagnóstico que no imputa en exclusiva a la crisis de las sucesivas derrotas (municipales, autonómicas y legislativas) sufridas por los socialistas. No lo dicen explícitamente, pero quien lo lea concluirá que denuncian una forma extravagante de gobernar que olvidó las raíces socialdemócratas para perderse en experimentos sociológicos más propios de un partido radical a la italiana. El diagnóstico parece correcto, lo llamativo del caso es que algunos de los firmantes, como decía, son los mismos que han acompañado a Zapatero -unos en silencio y otros con entusiasmo- en la deconstrucción del Partido Socialista. Visto desde fuera, el mencionado manifiesto parece la bola de nieve destinada a provocar el alud capaz de sepultar políticamente a Pérez Rubalcaba haciéndole responsable único del fracaso de todos. Así es la vida. «¡Vae victis!».

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