Victoria Lafora – El documento.


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

Un grupo de destacados socialistas, entre ellos varios exministros de gobiernos de Zapatero, sorprendieron ayer a la militancia presentando un documento para el debate con una liviana autocrítica. Casualmente, algunos de los firmantes no han descartado figurar en el congreso de febrero como candidatos a dirigir el PSOE.

Su análisis de las razones del batacazo electoral, su reconocimiento de que la organización se ha alejado de la sociedad, suena más a auto justificación que a un razonamiento crítico sincero. En el arranque del texto, que tiene vocación de prologo, ya que se irán desgranando en los próximos días más propuestas sectoriales, se menciona como un gran error el no haber llamado a la crisis económica por su nombre. Ni una palabra, y mucho menos de los que se sentaban en el Consejo de Ministros, de los cambios de rumbo permanentes, de los errores de determinadas políticas de estímulo planteadas como campañas de imagen, de las improvisaciones, o de las ocurrencias con cargo al erario público.

Puede ser verdad que no se atrevieran a alzar la voz por una mal entendida lealtad al jefe, pero es complicado no pensar que también hubo un interés personal por preservar los altos cargos que ocupaban. Porque siempre se puede dimitir en desacuerdo con determinadas medidas económicas, por ejemplo la desgravación de los cuatrocientos euros a ricos y pobres como anzuelo electoral, el gasto sin control del llamado «Plan E», u otras apuestas que lejos de crear puestos de trabajo no hicieron sino incrementar el déficit.

Es cierto que las duras medidas de ajuste que obligó a tomar Bruselas en mayo de 2010 cabrearon a gran parte del electorado socialista, pero la decepción venía de atrás. Sobre todo de la falta de rigor y de solvencia con la que se abordó una de las peores crisis económicas que se recuerdan en el mundo occidental. No es que no se reconociera la crisis, que también, es que, cuando se reconoció no se supo gestionar.

Ninguno de los firmantes hizo un gesto de solidaridad o de respaldo, ni mucho menos siguió los pasos del responsable de Economía, Pedro Solbes, quien harto de ser desautorizado por Zapatero, en su esfuerzo por controlar el gasto público, abandonó el Gobierno discrepando de las ocurrencias de los «asesores» del presidente. Unos asesores a los que prestaba mayor atención que al hombre que había puesto al frente de las finanzas.

Es verdad que el Partido Socialista tiene que recuperar la credibilidad perdida. Pero no se va a lograr ese empeño con frases grandilocuentes en las que se reclama la vuelta a la socialdemocracia. La credibilidad en política se gana con propuestas solventes, serias, rigurosas y hechas por gente competente no proclive a dar bandazos.

Por cierto, ¿alguno le enseñó el documento a Rubalcaba antes de hacerlo público? ¿O esta es la primera escaramuza de la batalla por el liderazgo?

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