Luis del Val – El dueño del masseratti.


MADRID, 2 (OTR/PRESS)

Los coches de lujo suelen ser un termómetro del estado económico de un país. Contra lo que pueda parecer, cuanto peor es la situación financiera de una sociedad más coches caros se venden. Por ejemplo, en la terrible etapa del corralito argentino, cuando la autarquía monetaria dejó sin los ahorros de toda su vida a cientos de miles de ciudadanos, que se agolpaban desesperados a las puertas de los bancos, en ese año se vendieron más automóviles mercedes de alta gama que en el año anterior.

Uno de los datos más pesimistas sobre la situación española es que, durante el año que acaba de terminar se vendió un masseratti, caso inquietante, porque en 2010 no se vendió ninguno, es decir, que el año pasado fue peor que el anterior y si en 2012 se disparan las ventas de masserattis estará claro que habrá decenas de miles de familias en la miseria.

Naturalmente, prestigiosos expertos en finanzas como nuestro ministro de Economía o nuestro ministro de Hacienda, tienen explicaciones verosímiles sobre el fenómeno, pero los ígnaros, los indoctos en esta ciencia de ganancias y pérdidas, nos quedamos bastante perplejos ante un sistema que, cuando empobrecen las masas, enriquece a unas minorías privilegiadas, es decir, que mientras los demás nos apretamos el cinturón ellos tienen que comprarse otros pantalones más anchos, o un automóvil de alta gama.

Sin ser economista, ni profeta, desde mi incompetente manera de ver los números, estoy casi convencido de que este año será excelente para los importadores de coches de lujo, y que habrá más compañeros del dueño de ese masseratti solitario que se vendió el año que se acaba de extinguir.

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