Rafael Torres – Al margen – El rescate de Valencia


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

El Estado, o sea, el gobierno, acaba de acudir al rescate de la Comunidad Valenciana, la más endeudada de España, para evitar el impago al Deutsche Bank del vencimiento de un préstamo de 123 millones de euros. Un dineral. Había días que Urdangarin no ganaba tanto. En realidad, y pues un gobierno no puede hacer semejante cosa, avalar deudas autonómicas, se ha recurrido a la fórmula o ardid, del género de algo de pan para hoy y mucha hambre para mañana, de buscarle al ejecutivo de Fabra otra entidad financiera que le preste lo que debe al Deutsche, a fin de salir del paso y eludir, momentáneamente, la bancarrota. Es decir; préstamo sobre préstamo, deuda sobre deuda, acumulación de intereses y un futuro muy negro.

Pero si el futuro de la Comunidad Valenciana pinta tan negro no es sino porque de ese color se viene pintando y repintando desde hace años, con Zaplana primero y con el inefable Camps, su rival en todo, después y hasta hace nada. El origen del entrampamiento y de la consiguiente morosidad de dicha autonomía puede rastrearse sin la menor dificultad en los dispendios, derroches y pelotazos de su administración: Terra Mítica, Fórmula 1, Ciudad de la Luz, nonatas Torres de Calatrava, Aeropuerto de Castellón… Sólo en Terra Mítica, enclavada en un paraje natural no urbanizable que ardió misteriosamente antes de acoger el desangelado emporio, la Generalitat enterró entre 200 y 300 millones de euros de dinero público. ¿O qué decir de ese aeropuerto «del abuelo» por cuyas pistas pueden pasear tranquilamente los castellonenses sin que ningún avión les moleste? El señor Camps está siendo juzgado éstos días por dejar presuntamente que le regalaran trajes unos tipos con toda seguridad muy poco recomendables, pero lo mismo tendría que aclarar algunas otras cosas: ¿Qué hizo con el dinero público que se le entregó para su adecuado empleo y custodia? ¿Cómo lo administró? ¿Con qué resultados? ¿Dónde está? ¿Cuánta ruina ha caído y caerá sobre los valencianos a cuenta de sus pasados fastos? La Comunidad Valenciana de Camps era el espejo en que se miraba Rajoy. ¿Y qué veía?

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