Los españoles nos merecemos un gobierno que no nos mienta.

El tema de conversación en cualquier corrillo es la crisis y los recortes. Los medios de comunicación hemos bombardeado tanto que hoy incluso en la frutería y en la fábrica se habla del Ibex y la prima de riesgo. El pueblo no tiene claro de qué se trata pero ha interiorizado que si la prima baja es buena señal y si sube es que todavía no se fían de nosotros, y eso significa más recortes y restricciones.

Los recortes de la semana pasada no dejaron indiferente a nadie. Carnaza de gourmet para el Partido Socialista, al que le faltó tiempo para criticar las medidas “imprevistas”. Eso sí, ni un solo golpe de pecho por haber dejado un déficit de más del 8%, causa y origen de medidas tan impopulares –en los dos sentidos—, y ni un solo amago de arrimar el hombro como habían prometido, a pesar de los elogios inmerecidos por parte del PP y los collares y cruces de despedidas de honor. Era de esperar que el Partido Socialista utilizase la carnaza y se posicionase en contra. También era predecible que el señor Cayo Lara se mantuviera en sus trece, como había dicho por activa y por pasiva. Y también era de esperar que muchos votantes del Partido Popular, e incluso la prensa afín, se revolviese en contra, no de los recortes en sí, sino del giro copernicano, con mentira incluida, a menos de setenta y dos horas de la investidura.

Si algo teníamos claro los españoles es que el Gobierno del PP no subiría el IRPF, al menos de momento. Y lo teníamos tan claro porque el discurso de Mariano Rajoy, tanto a lo largo de los casi ocho años de oposición, en la campaña y en la investidura, era contrario a subir los impuestos. Nunca le oímos una subordinada condicional o de consecuencia. Jamás le oímos decir: “No subiré los impuestos, a no ser que nos encontremos con un déficit superior al 6%”. En ese caso ya lo hubiéramos asumido porque ni los gatos de las plazas se creían las cuentas de Salgado. Lo sabía la gente de la prensa, porque era un secreto a voces. Y ellos también lo sabían. Lo sabían y lo comentaban. Los ministros no llegaron en una nave espacial que aterrizó en la Castellana. Algunos, acudían a tertulias, y en los off the record se dicen muchas cosas de manera espontánea. Centeno está indignado porque el propio Montoro le dijo que el déficit pasaría del 8%. Luego, ¿de qué estamos hablando? ¿Por qué esa mentira tan burda de Soraya y el resto de los ministros? Estamos tan molestos porque nos expusimos públicamente apoyando a Rajoy, y nos mintió. Y si la mentira es algo denostable en cualquier persona y en cualquier ámbito, en un político lo es mucho más. Y decir nos mintió, quiere decir, nos defraudó.
Rajoy, que unas horas antes había dicho que no aplicaría el rodillo, entró como una apisonadora sobre los ciudadanos.

Echamos en falta que don Mariano compareciera para darnos razones, pedir perdón, decirnos que Merkel le estaba apuntando con la pistola, que la prima de riesgo se disparaba o que fue víctima de un ataque de locura transitoria. Solo así lo entenderíamos y podríamos incluso reconciliarnos.

Es cierto que no todos somos tan sensibles a la mentira. Para mí, sinceramente, fue un mazazo, porque considero que la honradez y la fidelidad son valores que hay que defender y recuperar. Siempre se dijo que Mariano Rajoy no era carismático, ni guapo, ni gustaba a las señoras, como Suárez, Felipe o Zapatero. Él no tiene una sonrisa seductora ni hoyuelos en la cara ni ojos verdes. Pero a Mariano Rajoy siempre lo juzgamos por su peso como persona, por su integridad, porque inspiraba confianza, porque nunca nos iba a mentir. Los socialistas han mentido mucho a lo largo de casi ocho años y les hemos restregado hasta la saciedad la famosa frase acuñada por Rubalcaba: “Los españoles se merecen un gobierno que no les mienta”. Y ahora, ¿qué? ¿Hacemos como que la cosa no va con nosotros? ¿Nos convertimos al relativismo moral que tanto criticamos? Hay quien perdona sin más las mentiras “azules” y se conforma con culpar a los socialistas por dejar tal herencia. Pero a cada uno su culpa.

He oído decir que “a este gobierno no le tiembla la mano” para llevar a cabo las medidas necesarias. Bien, si se trata de medidas justas. No temblar la mano, en sí, no es ninguna cualidad. Tampoco les tiembla la mano a quienes aún hoy firman sentencias de muerte o aplican en vena dosis letales de cloruro de potasio. Y a quienes consideran que el PP mintió porque no le quedó más remedio, cuidado. Se empieza haciendo la vista gorda y actuando con benevolencia, se continúa justificando lo injustificable, se sigue aceptando lo inaceptable, y se acaba como en Corea del Norte, tratando a quien nos maltrata de “querido líder”. Perdón por la hipérbole.

Despachada mi rabia, quiero decir que no dudo de la capacidad del Gobierno para sacar a España del bache y colocarla en el lugar del ranking que le corresponde. Aunque no esté de acuerdo con determinados nombramientos y ciertas actitudes, mi esperanza sigue viva.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora
Directora de Ourense siglo XXI
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
www.magdalenadelamo.com
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(6/1/2012)
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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