Antonio Casado – El desafío iraní.


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

Se va configurando el fantasma del nuevo enemigo de Occidente. El supuesto es Irán. Hoy por hoy, el primer reactivador de los resortes defensivos en Estados Unidos y sus aliados. España entre ellos, se supone, a la espera de mayores precisiones por parte del flamante Gobierno de Mariano Rajoy.

Es el típico asunto de la actualidad internacional que te obliga, so pena de parecer un bicho raro, a ponerte del lado de nuestros «hijos de puta», con perdón por la expresión. Es la que utilizó en su día el presidente Roosevelt para referirse a Anastasio Somoza, uno de los dictadores caribeños del siglo pasado. Aplicable ahora al propio país norteamericano, junto al que toca estar. Y quedarse, aunque algunos disimulemos nuestra incomodidad.

Se dirá que no es apostar por Estados Unidos exactamente sino por la Democracia y la Civilización. Uno tiene sus dudas a la vista de los testimonios que acusan a EE.UU. de cometer crímenes de guerra o nos sirven imágenes de unos soldados orinándose sobre cadáveres de guerrilleros afganos. ¿Es realmente el bando virtuoso aquel que practica el terrorismo de Estado (dicho sea por Israel, que es hoy por hoy la cara B del conflicto con Irán), secuestra y tortura a sus enemigos en prisiones extrajudiciales (dicho sea por la cárcel de Guantánamo, que sigue viva a pesar de las promesas de Obama).

Lo de las torturas, los secuestros o los crímenes de guerra no se lo inventa el abajo firmante. Es cosa de la Audiencia Nacional, en la que el juez Ruz acaba de activar la causa por torturas de cuatro islamistas, uno de ellos de nacionalidad española.

Bien, pues este bando, al que España se apunta, es el que trata de abolir la posibilidad de que el Iran de Ahmadineyad disponga de resortes de poder, como la bomba atómica, que le permitan ejercer la hegemonía política y militar en la región más sensible del tablero internacional (conflicto palestino como telón de fondo). Estados Unidos e Israel quieren impedirlo a toda costa. Por las buenas (medios políticos y diplomáticos), por las malas (boicot internacional al petróleo iraní) o por las malísimas (eliminación física de científicos nucleares iraníes).

El forcejeo ya ha comenzado. Irán amenaza con cerrar el estrecho de Ormuz (33 por ciento del transporte mundial del petróleo) y EE.UU. advierte de que lo tomaría como un «cassus belli». Todo ello a partir del pretexto que ha desencadenado la tirantez: Irán no acepta una inspección internacional que verifique el uso pacífico de su programa nuclear.

La última vez que EE.UU. invadió un país por negarse a una inspección internacional (supuesto arsenal de armas de destrucción masiva) fue un pinchazo en toda regla. No es alentador el precedente iraquí a la hora de elegir bando. ¿Acaso es más noble y más fiable la causa iraní? Ni de broma. Si España no se puede permitir la neutralidad, sí nos la podemos permitir cada uno de nosotros.

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