Charo Zarzalejos – Vargas Llosa y lo que no debe ser.


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

Llegar al poder y hacerse con las riendas de la situación no es tarea fácil. Se conocen datos y detalles que no se tienen en la Oposición, hay que crear equipos y dinámicas de trabajo, fijarse objetivos y diseñar estrategias. Por ello, los famosos «cien días» de gracia están más que justificados. El actual Gobierno no se los ha dado a sí mismo y desde el minuto uno ha entrado en una espiral de hiperactividad que, en el campo económico, está más que justificada. Ante el panorama que tenemos hubiera resultado incomprensible una actitud de parsimonia. Ni los ciudadanos lo hubiéramos entendido ni Europa lo hubiera aceptado en silencio.

Aún así y dada la proclividad de los responsables económicos a aparecer en medios internacionales no estaría mal que se aplicaran a sí mismos algo parecido a lo que se denomina «austeridad presupuestaria»; es decir, austeridad en los mensajes; o, dicho de otro modo, «rigor» -término muy utilizado en materia económica- en lo que dicen para evitar lo que viene ocurriendo. Que primero hablan y luego, desde Moncloa, se matiza o se contextualiza lo que De Guindos o Montoro declaran. Cualquier cosa que digan uno u otro tiene, en estos momentos, una especial relevancia, de ahí que parezca urgente establecer un mecanismo de coordinación para que el «rigor presupuestario» se traslade al «rigor dialéctico». Es posible que ese mecanismo ya exista pero su eficacia está dejando mucho que desear. De Guindos, cuyo papel -sin duda muy importante- aparece un poco desdibujado y el hiperactivo Montoro están sometidos a la lupa pública. En sus manos están las recetas para salir del agujero y la situación requiere de mensajes cortos pero claros, pocos pero iguales de manera que Moncloa se tenga ahorrar las llamadas «matizaciones».

Ambos ministros se merecen los cien días de gracia para engrasar sus presencias públicas y sus mensajes, de manera que la crítica, en mi opinión, debe ser tan necesaria como benevolente. Más llamativo es lo que ha ocurrido con Mario Vargas Llosa. Nombrar al responsable del Cervantes no digo que no sea importante pero no parece una cuestión de extrema urgencia. Aun así y teniendo en cuenta que el Instituto en cuestión es algo así como la joya de la corona de nuestra presencia cultural en el mundo es entendible que tanto Cultura como Exteriores -depende de este Ministerio- quieran un máximo responsable de categoría. Aznar ya pensó en él y dijo que no y ahora, en un afán de hiperactividad en este caso desmesurada, se anuncia oficialmente que se le ha renovado la oferta que ya rechazó. Aquí se ha empezado la casa por el tejado y al final ni casa ni tejado. Lo lógico hubiera sido haber hecho la propuesta con la máxima discreción posible para evitarse una negativa pública que, por otro lado, era más que previsible. Quien ha quedado mal no es Vargas Llosa, sino el Gobierno. Añadir que para presidir el Instituto Cervantes hay españoles más que cualificados. Un Nobel garantiza titulares pero no necesariamente una gestión eficaz y brillante que es de lo que se trata.

Todos deberían aprender de su jefe Mariano Rajoy. Se prometió a sí mismo que no conoceríamos la composición de su Gobierno hasta que él mismo lo anunciara y así fue. Lo que ha ocurrido con Vargas Llosa es una buena metáfora de lo que no debe ser.

SUPERCHOLLOS

¡¡¡ DESCUENTOS SUPERIORES AL 50% !!!

Las mejores descuentos de tiendas online, actualizados diariamente para tí

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído