Carmen Tomás – Más cerca de Europa.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

La reforma laboral no creará empleo a corto plazo. Nadie dijo que sería la «purga de Benito», pero lo que sí está claro es que nuestro marco laboral se acerca a los que tienen en la mayoría de los países de nuestro entorno con los que tenemos que competir. Algunos dicen que se han pasado y otros que se han quedado cortos. El tiempo dirá quién tiene razón, aunque como en casi todo en la vida el término medio es el más sensato y de sentido común. Efectivamente, la reforma es de calado y acaba con muchas normas procedentes del franquismo como ha recordado Esperanza Aguirre a la que los cobardicas sindicatos UGT y Comisiones Obreras amenazan con montarle una huelga, porque no se atreven a convocarla en toda España. Deben tener presente, según el último barómetro del CIS, que el 80 por ciento de los parados no quiere ni oír hablar de los sindicatos, porcentaje similar entre los votantes de Izquierda Unida.

Puede que la reforma, si queda como está, presente todavía un mercado laboral muy fragmentado y que no se module la tutela judicial y que la vigencia por dos años de los convenios firmados si no hay acuerdo parezca mucho. Pero, es valiente en el descuelgue de los convenios, en el coste del despido que al final es el coste de entrada al mercado, la lucha contra el fraude y el absentismo, en materia de expedientes de regulación de empleo y en otras materias.

Y, sobre todo, en la capacidad de los sindicatos de torpedear la flexibilidad de que se dota a las relaciones empresa-trabajador para que encuentren fórmulas que eviten lo que ocurría hasta ahora, que el ajuste se haga por la vía del despido y en muchas ocasiones el cierre de la empresa. El problema para los sindicatos es que van a perder el poder omnímodo que tenían y están que muerden porque su afiliación es bajísima y no digamos ya cuántos de esos pagarán las cuotas. Es decir, cómo narices van a poder mantener sus actuales estructuras si se les retiran gran parte de sus vías de financiación. Podían aprovechar, y esto es soñar, para reinventarse y convertirse en unos sindicatos al servicio de los trabajadores. De todos. También de los que lo han perdido. El futuro sindical debe pasar por llegar a acuerdos que salven puestos de trabajo y promuevan la contratación, no como ahora que sólo les «preocupan» los derechos de los que tienen un puesto de trabajo y tampoco de todos.

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