Rosa Villacastín – El Abanico – Llegó la hora de Felipe de Borbón.


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

La decisión del Rey Juan Carlos de apartar al Duque de Palma de toda actividad oficial por su comportamiento poco ejemplar, lo que obligó a la Infanta Cristina a solidarizarse con su marido, convencida como está de que es inocente, ha puesto el foco en todo lo que hace o dice el Príncipe de Asturias. El único de todos los miembros de la Familia Real al que no le ha salpicado el escándalo que supone que uno de sus miembros tenga que sentarse en el banquillo a explicar al juez los pormenores de unos negocios que siendo generosos y aplicando la presunción de inocencia podrían calificarse de poco o nada éticos. Una situación que ha deteriorado gravemente la imagen de la Corona, y que puede y debe acelerar si no el relevo en la Jefatura del Estado, sí dar un mayor protagonismo oficial al Príncipe Felipe, que está dando sobradas muestras de su temple, pero sobre todo de la alta estima en la que tienen los Príncipes de Asturias a la institución que representan.

Si el Rey debe o no abdicar para dar paso a su heredero es algo que tendrá que decidir quien tiene la obligación de hacerlo, don Juan Carlos de Borbón, sopesando claro está los pros y los contras de una decisión de esta envergadura, pero sin olvidar tampoco el crítico momento que atraviesa España, no solo a nivel económico, también social, con una democracia que empieza a sufrir el lógico deterioro del paso del tiempo, y unos políticos a los que las hazañas de sus abuelos importan poco o nada, ya que la mayoría de ellos nacieron bastantes años después de que fuera enterrado Franco. Muchos de los cuales han defraudado a una juventud que siendo la mejor preparada de todos los tiempos se está viendo abocada al paro antes de empezar siquiera a trabajar.

De ahí la necesidad de recambio que tiene la sociedad, a todos los niveles, también en el seno de la Familia Real, ya que difícilmente nada volverá a ser como era cuando don Juan Carlos accedió al trono. Soltar amarras con el pasado, aunque este sea tan reciente, para encarar el futuro, es tarea de todos, también del Rey y cómo no del Príncipe de Asturias. Un hombre que a sus 44 años se encuentra en plena madurez, al que no se le conocen veleidades que puedan poner en tela de juicio su seriedad y compromiso con la corona y con su familia, que conoce los problemas del país, que se mueve cómodamente entre los de arriba y los de abajo, y que creo es la persona adecuada para impulsar otra forma de ejercer la monarquía, de encarar las dificultades, para dar una imagen nueva de un país muy viejo que ha sabido hacer frente a momentos más cruentos que el actual, habiendo salido airoso de todos ellos.

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