Cayetano González – Jugar con fuego.


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

Era bastante previsible que si el PP ganaba las elecciones y además lo hacía por mayoría absoluta, como así sucedió el 20-N, la oposición a las reformas que tenía que hacer y a las medidas que debía adoptar iba a estar más en la calle que en el Parlamento. A esa situación también coadyuvaba la delicada situación en la que quedaba el principal partido de la oposición, el PSOE, tras el batacazo electoral sufrido en las elecciones generales y en la lucha fraticida en que derivó el Congreso de los socialistas que eligió a Rubalcaba como secretario general al imponerse por un escaso margen de votos a Carme Chacón.

Pero con lo que quizás no se contaba era con que las movilizaciones y en algunos casos algaradas callejeras se produjeran tan pronto. No hay que perder de vista que el Gobierno de Rajoy tomó posesión de sus cargos el 22 de diciembre, es decir, escasamente hace setenta días. Como tampoco era previsible que el PSOE optara por una calculada estrategia que intentara combinar la crítica en el Parlamento a las medidas que va adoptando el nuevo Gobierno, con un apoyo más o menos explícito a las manifestaciones callejeras. Peligrosa y equivocada estrategia de un partido que como es lógico no renuncia a volver lo antes posible al poder.

Pero lo que ha sucedido en Valencia en las últimas semanas y en Barcelona los últimos días hace temer lo peor. Parece claro que hay grupos de extrema izquierda, antisistema, muy interesados en hacer -como dijo ese líder valenciano estudiantil de 23 años- que arda la calle. A esos grupos radicales, hay que sumar a los sindicatos -mucho más activos en estos dos meses de Gobierno del PP que en los siete años de Zapatero- a Izquierda Unida y, reitero, al PSOE. Los sindicatos ya están barajando la fecha del 29 de marzo como posible día para esa huelga general que el propio Rajoy confesó hace días en un corrillo con colegas europeos que le iba a costar la reforma laboral.

La cuestión es que cuando se juega con fuego, lo normal es que uno se acabe quemando porque la situación se haga incontrolable. Lo que menos necesita España en estos momentos es proyectar una imagen hacia el exterior de un país que vive en la continua algarada callejera. Algunos quieren la helenización de nuestras calles. Eso sería letal para nuestro prestigio exterior y, sobre todo, para nuestra recuperación económica. Por lo que llegados a este punto solo queda exigir al actual Gobierno que aplique todas las medidas que le da el Estado de Derecho para mantener el orden en las calles. Que no permita un clima de impunidad donde quemar un coche, agredir a un policía, asaltar un banco o cortar el tráfico salga gratis a sus autores. Ley y orden. Nada más, pero tampoco nada menos.

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