Rafael Torres – Al margen – Contemplando la poda.


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

Contemplando la poda que en estas fechas se ejecuta en la vegetación ornamental de pueblos y ciudades, es fácil discurrir, por su distinto proceder, entre el buen y el mal jardinero. El bueno, imbuido de la idea, cierta o no, de que con sus tajos mejora la salud del árbol o de la planta, actúa despacio, reflexivamente, busca el punto idóneo para el corte y evita, por respeto y empatía con la criatura vegetal, dejarla como un lápiz. El malo, por el contrario, la acomete con furia, le cercena todo lo cercenable, y, como brindando la faena al sector brutal del vecindario que odia los árboles porque las raíces levantan el pavimento y el porte tupido le impide cotillear lo que pasa en la calle, finiquita en tala lo que empezó, supuestamente, en poda.

Contemplando la poda que en estas fechas se ejecuta en los servicios que el Estado presta al ciudadano, bien que previo pago por la vía natural de los impuestos directos e indirectos, es fácil también discernir entre el buen y el mal administrador público, aunque no lo es tanto hallar alguno bueno: cortan casi todos por donde a ellos no les duele. La compulsión recortadora del actual gobierno ya se ve, pese a cuanto intenta refrenarla antes de las elecciones andaluzas, de qué va. Y contra quién: el pueblo llano, el que carece de los bienes de fortuna que permiten prescindir, en sanidad, educación, trabajo, vivienda, seguridad o justicia, del amparo del Estado. A ese pueblo se le recorta hasta la yerba debajo de los pies, que hay que ahorrar agua para que no se sequen las piscinas particulares. Y a propósito de agua, y de piscinas o depósitos de agua a lo bestia, éstos que mandan ahora llegan, en su designio, a recortar y a agostar lo poco que brota, cual sucede con el Canal de Isabel II, la empresa pública madrileña que no sólo proporciona agua a los madrileños, sino saneados y abundantes beneficios. Aquí la poda se llama privatización, y para ésta del Canal no esperaba Aguirre sino la mayoría absolutísima de los suyos, tan proclives también de suyo a enajenar los bienes nacionales.

Contemplando la poda se puede, si se quiere, discernir.

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