MADRID, 7 (OTR/PRESS)
La eutanasia ha entrado con fuerza en la campaña electoral de las presidenciales francesas y puede ser determinante. Solo hace falta atenerse a este dato: los últimos sondeos sobre el derecho a una muerte digna en la opinión pública del vecino país. Nada menos que el 94 % de los franceses se muestra favorable a la legalización de la eutanasia. El dato juega a favor del candidato socialista, Francois Hollande, puesto que es la única fuerza política de primera fila que apuesta claramente por que «toda persona en fase avanzada o terminal de una enfermedad incurable que le provoque un sufrimiento insoportable físico o psíquico pueda pedir, en condiciones precisas y estrictas, una asistencia médica para poner fin a su vida con dignidad».
Por el contrario, las tres fuerzas políticas más reconocibles de la derecha (la UMP de Sarkozy, el FN de Marine Le Pen y los centristas de Bayrou) se han mostrado contrarias. Con unos u otros matices, las tres se adhieren a una pulsión clásica del pensamiento conservador. Me refiero al hecho de que se defienda ruidosamente el derecho a la vida cuando la decisión depende del interesado o sus allegados. Es el caso de la eutanasia. O del aborto (autonomía de la mujer en una razonable regulación por plazos y supuestos). Silencio, en cambio, cuando la decisión depende de terceros, como en las guerras. En ese caso, las apelaciones al derecho a vivir sufren un inesperado apagón en el discurso conservador ¿Por qué será?
El repentino calentamiento de la polémica se ha producido, como se sabe, por la difusión de un montaje fotográfico que presenta las imágenes de Sarkozy, Le Pen y Bayrou postrados en cama y con aspecto de encontrarse en fase terminal. Una forma de invitarles a ponerse en el lugar de quienes reclaman el derecho a morir dignamente sin que eso tenga consecuencias penales sobre quienes les ayuden a irse de este mundo.
El aldabonazo publicitario de dichas fotos, evidentemente manipuladas, está teniendo impacto electoral pero no viene apadrinado por ninguno de los partidos contendientes en la campaña. Ha sido una iniciativa de la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad (ADMD), destinada precisamente a implicar a dichos partidos. Algo que en España al menos ya habíamos conseguido en vísperas de las elecciones territoriales de mayo de 2011, cuando la entonces ministra de Sanidad, Leire Pajin, llevó al Consejo de Ministros un borrador sobre «Derechos de la Persona ante el Proceso Final de la Vida».
Suponía un tímido avance por la vía de la sedación de enfermos terminales, no de la eutanasia (decisión de otros) o suicidio asistido (decisión propia con ayuda de terceros) propiamente dichos. Aún así, la iniciativa se perdió en las vísperas de las siguientes elecciones, que serían generales, con un Zapatero en retirada que, además, quiso evitar daños suplementarios en la causa de un PSOE arrollado por el avance del PP.