MADRID, 8 (OTR/PRESS)
El voto puede tener tantas motivaciones como electores. No siempre funciona con precisión matemática la correspondencia entre las instituciones que hay que elegir y el deseo de los electores. Muchas veces se vota a alguien para castigar a otro. Ha ocurrido a menudo cuando se emplea la expresión cotidiana de «no han votado al que ha ganado sino que le han castigado con otro voto o con la abstención.
Andalucía y Asturias son, de hecho, una segunda parte de las recientes elecciones generales. Ahora, los electores pueden poner en relación lo que prometió el PP y lo que está haciendo.
Las encuestas en Andalucía dan al PP al filo de la mayoría absoluta. Es una encrucijada dramática para el Partido de Rajoy que aspira a la casi unanimidad en su poder territorial. En Asturias el PSOE parte como favorito e incluso podría llegar a gobernar con la asistencia de IU.
La presión sobre los electores de estas dos comunidades va a ser muy fuerte, porque los dos grandes partidos se juegan mucho; el PSOE quedarse fuera de todas las instituciones con excepción de la precaria y posiblemente fugaz estadía en el Gobierno Vasco.
Rajoy tiene un problema. Está movilizando al centro izquierda de su partido en su contra. Probablemente no a favor del PSOE -sobre todo en el caso de Andalucía- pero sí puede ocurrir que quienes le votaron el 20-N decidan castigar lo que pueden considerar un engaño al hacer cosas contrarias a lo que prometió.
El 25-M es una ocasión para lanzarle una clara advertencia al Gobierno de Rajoy que no se puede iniciar una revolución conservadora como la que en el terreno de los derechos encabeza el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, y el ministro de Cultura, José Ignacio Wert. Dos progresistas impostados que ahora exhiben con firmeza su naturaleza conservadora.
El 25-M se ofrece como una encuesta importante de por donde respira España. Creo que habrá mucha gente que no vote al PP sin tener que votar necesariamente al PSOE.
