Andrés Aberasturi – ¿Pero la transparencia necesita una ley?


MADRID, 23 (OTR/PRESS)

Lo terrible es que lo veamos bien o natural o necesario. Me refiero a esa ley de transparencia que, al parecer, está preparando el Gobierno. ¿Es que en una democracia no se da por hecho que la transparencia es la base de la administración del estado? ¿Tan mal están las cosas como para que sea necesaria toda una ley que obligue por la fuerza a lo que tendría que darse sin más, a lo que debería ser natural y evidente? Pues parece que sí, parece que aquí el personal tira por la calle de en medio y hace de su capa un sayo y del dinero de todos el suyo propio. En España el mapa del escándalo, la trampa, el abuso, lo podrido es como una nube de contaminación que se ha instalado sobre nosotros y abarca de Norte a Sur y de Este a Oeste, que afecta a todas las siglas o al menos a las más representativas y que -no hablo desde mi pesimismo- dudo mucho que una ley pueda desbaratar de la noche a la mañana.

Y el problema no está solo en las administraciones públicas -donde la cosa clama al cielo porque a la justicia no llega casi nada- sino también en el ámbito de lo privado y no estaría de más que la CEOE, que tanto clama por tantas cosas, se mirase al ombligo y viera toda esa ingeniería financiera no sé si legal pero desde luego absolutamente inmoral, gracias a la cual muchos grandes empresas pagan menos impuestos que el más humilde de los mileurista.

Lo de la ley de transparencia está muy bien, pero qué pasaría, me pregunto y pregunto, si a los inspectores de Hacienda se les diera carta blanca en lugar de directrices facilonas, si se les dijera, simplemente, algo así como «ustedes a lo suyo, que saben mejor que nadie qué hacer, dónde hacerlo y cómo hacerlo». Pero es más fácil tirar a dar, utilizar una mal entendida «ejemplaridad» y pillar asalariados, pymes que carecen de grandes asesores, famosillos de tele y esa fauna que posiblemente defraude un poco en algunos casos, pero incomparablemente menos que las grandes bolsas que se lo llevan crudo sin pasar por Hacienda. Los inspectores están hartos de decirlo, de denunciarlo, pero a ningún gobierno le gusta molestar a los más poderosos. La deuda de los clubes de fútbol, que ha salido a la luz estos días, es un ejemplo: ¿qué bula tienen ellos para demorar año tras año sus obligaciones fiscales -muchas veces disfrazadas- frente al contribuyente medio que cada ejercicio paga más porque suben los impuestos y bajan los salarios?

Uno sigue instalado en la perplejidad oyendo las cosas que tiene que oír en general y en tiempo de elecciones en particular. ¿Pero cómo puede decir Griñán las cosas que dice sin que se le caiga la cara de vergüenza? ¿Pero cómo a Camps no le entra la risa tonta cuando asegura que aspira incluso a ser presidente del Gobierno? ¿Por qué pese a tener casi todo el poder existe en el seno del PP una guerra interna silenciosa y a muerte y tanto miedo en un sector muy concreto del que no merece la pena dar más pistas? ¿Y va a ser el Gobierno del PP el que haga la ley de transparencia? Me imagino las caras no de muchos pero sí de algunos -y algunos importantes y hoy de máxima actualidad- mirando de reojo lo que pueda hacer alguien fuera de toda sospecha como es doña Soraya o la mismísima Cospedal como secretaria del partido. Lo mejor que se puede hacer es ganar las elecciones.

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